Más de un millón de niños y niñas corren el riesgo de ser asesinados en Gaza

 

“No hay ningún lugar seguro a donde ir. Verse obligados a desplazarse entre zonas que siguen recibiendo bombardeos es tener que elegir entre una pena de muerte u otra”, declara desde dentro de la Franja, Jason Lee, director de la organización en el Territorio Palestino Ocupado 

 

Gaza, 4 de diciembre de 2023 – Más de un millón de niños y niñas –toda la población infantil– en Gaza se han quedado sin lugar seguro al que ir tras el inicio de las operaciones militares terrestres en Jan Yunis el domingo, dice Save the Children. Jan Yunis es una ciudad en el sur de la Franja donde las fuerzas israelíes habían ordenado previamente a la población civil que se reubicara por seguridad, pero que ahora también está bajo ataque. 

El viernes 1 de diciembre expiró una pausa de siete días de las hostilidades en Gaza y se reanudaron los bombardeos, que mataron a más de 700 personas en un día, incluidos niños y niñas. Desde entonces, las fuerzas israelíes han emitido nuevas órdenes de reubicación de civiles en la zona de Jan Yunis, dirigiéndolos hacia el oeste, la costa, o hacia el sur, a la ciudad de Rafah, mientras continúan bombardeando ambas zonas. Los ataques aéreos ya han dañado edificios residenciales no sólo en el norte sino también en ciudades del sur como Rafah y Jan Yunis. 

En el norte de Gaza, cientos de miles de familias siguen en riesgo. Además, con infraestructuras y servicios críticos como hospitales y servicios sanitarios diezmados, corren el riesgo de sufrir hambruna, enfermedades, lesiones y muerte. 

Jason Lee, director general de Save the Children en el Territorio Palestino Ocupado, habla desde dentro de la Franja: “Estoy en el sur de Gaza, donde los niños y niñas y sus familias luchan por estar a salvo. Pero no hay ningún lugar seguro en Gaza. No hay a donde ir. Las autoridades israelíes están advirtiendo a las familias que se desplacen, una vez más, obliglándolas a moverse hacia zonas cada vez más pequeñas sin garantía de seguridad o retorno, y sin la infraestructura necesaria y el acceso a servicios para sustentar la vida”. 

Lee añade que “en lugar de fingir que estas órdenes garantizan la seguridad y la supervivencia de las familias, les presentan la inconcebible ‘elección’ de una pena de muerte u otra”. 

No es posible concentrar un gran número de civiles en porciones de tierra tan pequeñas sin exacerbar una catástrofe humanitaria que ya es terrible. Las familias que sobreviven a las bombas no pueden meterse en los refugios, ya gravemente superpoblados, lo que las obliga a instalar tiendas de campaña improvisadas, sin acceso a agua potable y con servicios sanitarios deteriorados, con el riesgo que eso supone de sufrir una emergencia de salud pública. 

Con hogares, escuelas, hospitales y refugios del norte al sur atacados repetidamente y todos los puntos de entrada y salida de Gaza cerrados, las órdenes de reubicación no pueden ofrecer seguridad, sólo una cortina de humo. Save the Children pide a la comunidad internacional que logre un alto el fuego inmediato. “Con el paso de cada hora sin conseguirlo, más niños y niñas pagarán con sus vidas y su futuro el precio de una política fallida. Hasta entonces no habrá ningún lugar seguro en Gaza”, concluye Lee.