Una parentalidad en confianza
Un enfoque de educación positiva para ayudar a crecer a nuestros hijos
Recibimos clases para conducir coches, clases para sumar números, clases para aprender Chino. No hay aulas, sin embargo, donde lo que se nos enseñe es a ser padres y madres.
De convertirnos alguna vez en padre o madre, esa será uno de los trabajos más demandantes que vamos a desempeñar en nuestras vidas. Y si ya lo sois, sabréis por experiencia que hay días en los que nos rompemos, estallamos o incluso llegamos a hacer o decir cosas de las que inmediatamente nos arrepentiremos.
Pero no nos agobiemos. No existe nada parecido al padre o la madre perfecta. No hay una manera buena o mala de educar a nuestros hijos, de la misma manera que no existen padres buenos o malos. Lo que si que existen con vías o maneras desde las que ejercer una paternidad o maternidad basada en la no violencia, el buen trato y el respeto total hacia nuestros hijos e hijas.
Una parentalidad con confianza
Nadie gana cuando la parentalidad se convierte en una batalla constante, cuando son siempre los padres los que mandan y ordenan como deben ser las cosas. Cuando los hijos y las hijas crecer con resquemor o rencor, con la sensación de que nadie les ha escuchado, y cuando los padres y las madres han visto crecer a sus hijos sin haber disfrutado plenamente del proceso.
Nadie nos dijo que todo esto fuera fácil. Y sin embargo, tenemos derecho de poder aprender a ser padres y madres acompañando y acompañados de nuestros hijos.
La parentalidad es más fácil cuando se basa en una buena comunicación. Esto funciona en ambas direcciones. Los niños tienen derechos a expresarse, a aprender y a desarrollarse. Pero los padres también tienen derecho a establecer límites cuando un comportamiento está bien y cuando no. Este enfoque es lo que se conoce como “disciplina positiva” y estos son algunos de los elementos que lo definen:
- la creencia de que los niños quieren comunicarse y cooperar;
- la escucha activa;
- el debate sobre lo que quieres que hagan o dejen de hacer;
- la constancia y la claridad en los mensajes;
- la confianza en los desencuentros como una oportunidad para desarrollar y mejorar la resolución de conflictos.
No significa, sin embargo, que los niños y las niñas deban lograr, siempre, todo lo que quieren. A veces tienen que saber que cuando les pides que hagan algo, no hay lugar para la discusión. Si en general sienten que son escuchados y que sus puntos de vista son tenidos en cuenta, los niños responderán bien.
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