Educa, no pegues
Los niños y niñas necesitan educación. Pero no nos confundamos, el castigo físico no educa
Educar es un proceso que persigue formar a la persona, enseñarle a vivir y a convivir. La educación no es sólo un proceso individual. Somos seres sociales y necesitamos aprender a ser persona con otros. No hay un único método válido para educar como no hay una sola forma de sociedad.
Sin embargo, y a pesar de su aceptación en muchas sociedades, el castigo físico no es una forma de educar. Es evidente que el castigo físico produce reacciones en los niños y niñas pero esto no quiere decir que sea un instrumento educativo. Porque no educa, sino que confunde. Además de presentar las alternativas a una educación con violencia, la guía Educa, no pegues (también para formadores) pone sobre la mesa cuáles son algunos de los efectos que el castigo físico tiene sobre los niños.
• El castigo físico paraliza la iniciativa del niño. Bloquea su comportamiento y limita la capacidad para plantear y resolver problemas.
• Los niños y niñas cuando tienen miedo de ser castigados no se arriesgan a intentar cosas nuevas, de modo que no desarrollan su creatividad, su inteligencia y sus sentidos.
• No fomenta la autonomía del niño o niña, ni le permite elaborar normas y criterios morales propios.
• Hace que el niño y la niña respondan a la sanción, no a su propia iniciativa ni a la responsabilidad que los padres desean inculcarle.
• Fomenta una relación en la que el niño y la niña logran más atención de los padres a través de la transgresión de la norma.
• Ofrece la violencia como un modo válido para resolver conflictos, aprendiendo actitudes violentas.
• Dificulta el desarrollo de valores como la paz, la democracia, la cooperación, la igualdad, la tolerancia, la participación y la justicia, esenciales para una sociedad democrática.
• La violencia engendra violencia. El castigo físico legitima el abuso de poder dentro de todas las relaciones familiares.
• El castigo físico conlleva siempre castigo emocional, puesto que el cariño de los padres y su aprobación son el sostén afectivo del niño, y las bofetadas los pone en tela de juicio.
Las normas son necesarias, el castigo físico no
Las normas ayudan a los niños a conocer los límites que les permiten dar estabilidad y coherencia al mundo social en el que viven. Pero el objetivo debe estar en que los niños y niñas las hagan suyas mediante un proceso crítico. Así podrán incorporarse cuanto antes al mundo de los adultos contando con las normas de sus mayores y a la vez con sus propias visiones y aportaciones.
En este sentido el castigo físico obliga a una obediencia ciega, obliga a la sumisión y obliga a la dependencia. Al no permitir el razonamiento, al estar reñido con el diálogo, al sustentarse en la diferencia de fuerzas entre adulto y niño, el castigo físico no enseña a ser independiente y autónomo.