queridos
reyes magos...
Os escribo yo, una niña española que podría ser cualquier niña o niño de mi país, y lo hago con un poco de prisa. Sí, lo sé, tenéis muchas cartas que atender estos días, pero os aseguro que lo que vengo a contaros es más importante que cualquier muñeca o balón que os hayan pedido. Seguramente, los adultos no se hayan dado cuenta aún, pero como vosotros sois magos, seguro que lo habréis notado. Las calles de nuestras ciudades y pueblos han comenzado a inundarse de un clamor que ya no se puede ignorar más. No, no son políticos ni expertos quienes lideran este movimiento. Somos nosotros, las niñas y los niños de este país, nuestro país, los verdaderos arquitectos del mañana, quienes ahora hemos decidido tomar las riendas de nuestro destino.
Aunque somos pequeños sabemos lo que ocurre a nuestro alrededor. Mamá dice en casa que cuesta mucho llegar a fin de mes y yo, aunque no la entiendo muy bien, sé que tiene que ver con pagar las facturas y tener dinero para comprar en el super o llevarnos al psicólogo. En las noticias cuentan que hay mucha gente que quiere tener una casa y que no puede o que hay niños que quieren llegar a nuestro país y que mueren en el mar. A través de las redes sociales nos hemos enterado de que este viernes unos hombres y algunas mujeres se reúnen en Santander -la Conferencia de Presidentes he oído que la llaman- para hablar sobre estas cosas. Por eso, queridos Reyes Magos, como no nos suelen escuchar mucho, os escribimos esta carta para que les digáis que, aunque pequeños, somos ciudadanas y ciudadanos y que nosotros mejor que nadie sabemos lo que significa ser una niña y un niño en la España del siglo XXI.
Venimos de todos los barrios, de Sevilla, Madrid, Valencia, Barcelona, Bilbao o Las Palmas de Gran Canaria. Donde antes reinaba el silencio, ahora se escuchan nuestras voces. ¿Las habéis oído desde allí lejos también? Por si acaso, yo os las resumo. Lo que decimos es que queremos que cualquier niño o niña viva en una casa normal, con las cosas normales que necesitamos los niños, donde poder estar calentitos en invierno o fresquitos en verano, donde poder jugar y hacer los deberes y donde poder dormir con tranquilidad, sin goteras y sin compartir cama con tanta gente.
¿Nos habéis escuchado cuando decimos que no nos gusta estar tristes todo el tiempo o enfadados, ni que algunos compañeros en clase se suiciden? Queremos que alguien nos ayude a volver a reír y a sentirnos protegidos frente la violencia. Dicen que hay médicos que te ayudan, pero se tarda mucho en conseguir una cita con ellos. Los que más tristes están son esos niños que llegan solos en barco. Una vez conocí a uno de ellos, se llamaba Adil y me contó que de mayor quería ser bombero. No quería que ninguna casa más ardiera como la suya. Yo no sé por qué no va a poder serlo.
Don Melchor, Gaspar y Baltasar – a Papá Noel también le hemos escrito, pero como solo es uno, quizás tenga menos poder que vosotros tres juntos- queremos que les digáis a toda esa gente que se va a reunir en Santander que somos el presente, no solo el futuro. Que tenemos ideas, soluciones y exigimos ser escuchados. Ya que no vamos a poder asistir porque esta reunión nos coincide con las clases, decidles que una legión de niños y niñas españoles, armados con conocimiento, pasión y una visión clara de la España que desean construir, está lista para ser tenidos en cuenta. No queremos que nos salven, necesitamos aliados. Líderes que tengan la humildad de escuchar y la valentía de actuar en consonancia con las voces de aquellos que heredarán el país que están construyendo hoy.
Y, por último, preguntadles: ¿estáis listos para escuchar y actuar? Porque la próxima generación ya ha tomado la iniciativa. Ahora les toca a ellos estar a la altura de nuestra visión y coraje.
Atentamente,
la voz de la nueva España.