En todo el mundo, 449 millones de niños y niñas viven en zonas de conflicto y corren el riesgo de sufrir graves consecuencias todos los días. Los bombardeos son constantes en muchas zonas y muchos de ellos ya no tienen un hogar o han perdido a sus familias. Viven aterrorizados, en constante peligro, a menudo obligados a huir solos y expuestos a la violencia, el abuso y la trata de personas.
Además, el bombardeo es implacable y en muchos casos hay ataques a escuelas y hospitales. La escuela se entiende como un refugio seguro para la infancia, no un lugar de miedo, lesiones o muerte y los hospitales deberían ayudar a salvar vidas. A pesar de que son lugares protegidos por el derecho internacional, siguen siendo objetivos militares, lo que perjudica aún más la infancia en zonas de conflicto.

Aquí un solo dato: cada cinco segundos un niño o una niña se ve obligado a huir de su hogar debido a un conflicto. Se encuentran expuestos a situaciones difíciles y emprenden viajes muy largos a veces. Siendo menores están expuestos a graves peligros. Por ejemplo, en 2021 hubo cerca de 24.000 violaciones graves verificadas contra la infancia. Y el número real es muy superior. 

En todo el mundo, según los datos de Naciones Unidas, una de cada tres víctimas de trata es menor de edad. Dos de cada tres víctimas infantiles son niñas y, junto con las mujeres, constituyen el 70% del total de víctimas. La mayoría de las víctimas de trata lo son con fines de explotación sexual, como la película da a entender, pero cada vez se detectan con más frecuencia otras formas, como el trabajo forzoso, la trata de niños para la lucha armada, la comisión de delitos o la mendicidad forzada.

Para los niños y niñas que huyen los peligros están en todos lados. En muchos casos, los menores viajan solos, sin nadie que los proteja. Suelen afrontar viajes pasando por mares embravecidos, montañas nevadas y desiertos áridos. Corren el riesgo de ser atrapados por grupos armados, delincuentes o guardias fronterizos violentos. Y, por supuesto, tampoco quien los acompaña está a salvo, como pasa en la cinta.

El peligro de cruzar por mar. Un caso muy llamativo (desafortunadamente entre muchos) es el de la muerte de Aylan (Alan) Kurdi, de tres años, que en 2015 perdió la vida frente a la costa turca. Entre las muchas rutas migratorias que emprenden los niños y niñas en todo el mundo tenemos muy presentes la del mediterráneo o la que lleva a Canarias, y también las muchas muertes que provocan entre las personas que en embarcaciones inseguras se enfrentan a la mar. Las fronteras exteriores de Europa, en Grecia, España, Italia, Croacia, Bosnia-Herzegovina, Austria y Eslovenia, siguen siendo desde hace años un cementerio de niños y niñas bajo la mirada de las autoridades y de la Unión Europea. 

Hace más de dos años documentamos lo sucedido en Moria, Grecia, un campo de refugiados que dejó a miles de personas sin cobijo. Esta historia se repite en muchas partes del mundo. Por ejemplo, tenemos constancia de los muchos incendios en el campo de refugiados de Cox’s Bazar, el más grande del mundo. Cuando esto ocurre lo comunicamos e intervenimos porque estamos ayudando a la población que se encuentra en este campo. Más allá de los incendios, los peligros para la infancia, y más para la que viaja sola, son enormes. No son lugares para niños y niñas que buscan una vida mejor. Hacemos de todo para protegerles y garantizar una instrucción. Pero están pensados y deberían de ser lugares temporales de acogida, y la realidad es que las personas se quedan meses o incluso años en ellos.