Del bullying al cyberbullying: la violencia en redes se vuelve viral
La primera generación de nativos digitales, los centennials, corre el riesgo de convertirse también en la primera generación víctima de la violencia viral si no hacemos algo para evitarlo.
Hoy en día, las nuevas tecnologías son una parte más de nuestras vidas. Los estudios confirman que los niños y las niñas comienzan cada vez antes a utilizarlas, encontrando cada vez más casos de menores que a los 7 años de edad ya están habituados al entorno digital.
Los adultos solemos recurrir mucho a la tecnología en nuestro día a día y no podemos pedirles a niños, niñas y adolescentes que no hagan lo mismo. De ahí que la importancia de conocer sus riesgos y detectar posibles amenazas a tiempo sea crucial para seguir utilizándolas de manera segura y responsable. Un mal uso del entorno digital da lugar a diferentes tipos de violencia de la que pueden ser víctimas niños, niñas y adolescentes.
Uno de estos peligros es el ciberacoso o ciberbullying. Un tipo de violencia viral ejercida a través de las redes que se da principalmente entre menores de edad y que consiste en comportamientos repetitivos de hostigamiento, intimidación y exclusión social hacia una víctima a través de mensajes, imágenes o vídeos, que pretenden dañar, insultar, humillar o difamar.
LA HISTORIA DE ORIANA, VÍCTIMA DE CIBERACOSO DESDE LOS 10 AÑOS
Te creas una red social por primera vez y no sabes cómo funciona. No sabes si quiera qué puedes denunciar, si esto está bien o está mal.”
Cada vez se hace más evidente, a través de casos como el de Oriana, que el uso de las nuevas tecnologías debe evolucionar a la par que nuestra capacidad como sociedad de detectar y frenar posibles amenazas.
Es urgente proteger a los niños y niñas a través de la prevención y la sensibilización y poner mecanismos de denuncia y medidas centradas en reparar los daños ocasionados. Solo de esta manera conseguiremos que la situación de miles de niños y niñas cambie.
VIOLENCIA ONLINE: UN ENEMIGO CON MUCHAS CARAS
Hemos identificado las principales formas de violencia a las que niños, niñas y
adolescentes pueden exponerse utilizando internet en su vida diaria, y que más afectan a su desarrollo.
Sexting sin consentimiento
“Marta, de 13 años, se siente muy guapa hoy y ha decidido hacerse algunas fotos en ropa interior delante del espejo de su madre, como hacen muchas ‘influencers’ que sigue en las redes sociales. Tras hacerse diversas fotos, se da cuenta de que no puede colgarlas ya que su madre controla su perfil, así que las envía a varias compañeras y compañeros de clase por WhatsApp. Al cabo de unas horas, el padre de un compañero llama a la madre de Marta y le explica lo que esta acaba de hacer. Le dice que controle a su hija o llamará a la policía si vuelve a recibir material pornográfico.”
El término sexting es el resultado de la contracción de sex (sexo) y texting (envío de
mensajes), y se utiliza para denominar el intercambio de mensajes o material online con contenido sexual. El mismo aparece utilizado por primera vez en 2005, en el Sunday Telegraph por Yvonne Roberts, en un caso de infidelidad entre personas adultas en el que una de ellas enviaba material sexual a sus amantes.
Se define como «conductas o prácticas entre adolescentes consistentes en la producción de cualquier tipo de imágenes digitales en las que aparezcan menores de forma desnuda o semidesnuda y en su transmisión a más menores, ya sea a través de la telefonía móvil o el correo electrónico, o mediante su puesta a disposición de terceros a través de internet».
Pueden ser fotos propias en posturas provocadoras o con desnudos; o bien fotos o vídeos en el momento de las relaciones sexuales que se envían a otras personas. Los y las adolescentes han incorporado esta práctica a su forma de relacionarse, pero no son conscientes de que el sexting es una conducta de alto riesgo.
El sexting a menudo desemboca en otras formas de violencia como el ciberacoso o la difusión de pornografía infantil.”
Desafortunadamente, en el momento en que el mensaje es enviado, escapa del control de quien lo envía. El contenido puede ser compartido o difundido sin saberlo a otras personas. El sexting sin consentimiento es una forma de violencia, ya que la víctima no da su autorización para su difusión. Así, desemboca en otras formas de violencia como el ciberacoso o la difusión de pornografía infantil que acaba compartida en una red en manos de quienes abusan de menores online.
Existe un fenómeno relativamente reciente que puede calificarse como sexting sin consentimiento llamado «pornografía de venganza»,que se caracteriza por la difusión de imágenes íntimas, habitualmente de la expareja, con el objetivo de dañarla y humillarla públicamente. Un ejemplo claro de cómo las formas de violencia ocurren a la vez: violencia en la pareja o expareja, sexting sin consentimiento (si incluye elementos sexuales) y ciberacoso.
Sextorsión
“Pablo, de 13 años, utiliza internet para conocer gente con sus mismos intereses. Un día, en un foro de su videojuego favorito, conoce a una chica que dice tener su edad y le propone que se den el número de teléfono. Pablo empieza a mensajearse con la chica y cada vez le gusta más. Un día, ella le pide que le envíe una foto desnudo y él lo hace, ya que se siente halagado. Más adelante, la chica le pide que le envíe un vídeo masturbándose y él también accede. Al cabo de un tiempo, la chica le dice que le preste dinero. Él, al no tener ahorros le dice que no puede hacerlo y ella le amenaza con difundir la foto y el vídeo entre sus amistades y familiares si no le envía el dinero.”
El término sextorsión es una contracción de la palabra sexo y extorsión. Como su nombre indica, se trata del chantaje o amenaza de publicar contenido audiovisual o información personal sexual; en este caso, de un niño, niña o adolescente. Así, se entra en la dimensión online del chantaje que puede durar horas, meses o años, y que puede llevarlo a cabo una persona tanto conocida como desconocida por la víctima. Además, es muy poco probable que la persona que lo sufre pida ayuda, ya sea porque se siente avergonzada, culpable, o tenga miedo de que se difunda su material íntimo. En la mayoría de las ocasiones, el niño o la niña teme que su círculo familiar y de amistades descubran que ha compartido material sexual.
En cuanto a sus características, existen cuatro elementos esenciales en la sextorsión, que ayudan a concretar una definición completa:
1. Material: El objeto del chantaje es un contenido que suele ser íntimo, explícito o embarazoso, normalmente sexual, y que la víctima desea mantener privado. El contenido puede haber sido compartido por la víctima de forma voluntaria, a través del sexting, o no, incluso mediante engaño.
2. Amenaza: Este elemento es determinante para la sextorsión. Se trata del escenario que la víctima quiere evitar (normalmente la difusión del material) y es utilizado por quien chantajea para conseguir su objetivo.
3. Valor: El valor es aquello que se pretende conseguir de la niña, niño o adolescente. El objetivo puede ser obtener dinero, más material, o que la víctima haga algo. A diferencia del sexting sin consentimiento, en la sextorsión necesariamente debe contar con este elemento.
4. Internet: Internet será el medio para la extorsión, que se dará a través de redes sociales, páginas webs, chats, servicios de mensajería instantánea, etc.
La sextorsión demuestra la relación entre las diferentes formas de violencia electrónica. El chantaje puede ser provocado por la pareja o expareja a la que se envió el contenido de forma voluntaria; por un compañero o compañera de la escuela que tiene imágenes personales de la víctima y las utiliza; o de una persona adulta con la que la víctima ha contactado de forma previa por internet y con quien guarda una comunicación constante.
Violencia online en la pareja o expareja
“Ana y Javier, de 16 años, han salido durante seis meses. Recientemente, Ana ha decidido romper la relación. Javier quiere que Ana vuelva con él de inmediato y amenaza con suicidarse. Le envía mensajes a través del móvil diciéndole que «como ella le ha hecho daño, él le va a hacer el mismo daño». Además, ha empezado a usar las contraseñas que Ana le dio cuando salían para espiar sus conversaciones privadas a través de las redes sociales y está todo el día insultándola en un chat telefónico.”
Las TIC también sirven como medio de relación y comunicación en el noviazgo y relaciones afectivas entre menores de edad, y con ello, como canal de transmisión de la violencia en la pareja (o una vez que esta termina). Esta materia es cada vez más relevante a nivel social, político y académico, con más estudios que se dedican al análisis de sus causas, dimensión y efectos, así como campañas de sensibilización y prevención. Esta violencia se define como el conjunto de comportamientos repetidos que pretenden controlar, menoscabar o causar
un daño a la pareja o expareja, por lo que es muy probable que quien sufra o provoque violencia en el mundo físico, lo haga también en el virtual. Las TIC serán el canal para la que la violencia continúe (facilitador) o actuará como «detonante».
Un ejemplo claro sería una persona que ve una foto o comentario en internet de su pareja, lo que provoca un sentimiento de celos y desemboca en una agresión física o verbal. Se lleva a cabo mediante el intercambio de mensajes, control de las redes sociales o webs, apropiación de las contraseñas, difusión de secretos o información comprometida, amenazas e insultos. Se puede vigilar a la pareja controlando su ubicación, conversaciones, comentarios online, enviando correos, mensajes o comentarios humillantes, groseros o degradantes, o publicando fotos con la misma intención.
En este caso también se entrelazan otras formas de violencia, como la sextorsión, el ciberacoso o el sexting sin consentimiento. El peligro añadido que caracteriza a este tipo de violencia en entre adolescentes se produce cuando se justifica, se resta importancia o se menosprecian las consecuencias de estas conductas; incluso hay ocasiones en las que se confunden como una expresión de amor o afecto. Por ejemplo, que los celos son una expresión de amor o que estar con una persona otorga el derecho de controlarla.
Así, esta violencia es de extrema importancia en esta etapa de la vida, donde se comienzan las primeras relaciones afectivas y sexuales, y se sientan las bases para las futuras relaciones en la edad adulta. Por ello, niñas, niños y adolescentes necesitan aprender conductas sanas, libres de las desigualdades y los roles de género e identificar los comportamientos que son violentos, evitando normalizarlos.
Aprender desde edades tempranas unos modelos de relación sanos y desde el respeto mutuo es una forma de prevención clave contra la violencia en la pareja, especialmente contra la violencia de género.
Ciberacoso o cyberbullying
“Marcos es un chico de 13 años con sobrepeso que acaba de empezar la educación secundaria en un nuevo colegio. Un día, durante la clase de educación física, una chica de su grupo le graba cayéndose al suelo y se mofa de él. Al día siguiente, todos sus compañeros y compañeras tienen el vídeo en sus teléfonos y le hacen comentarios cuando anda por el pasillo. Cuando llega a casa, ve que han subido el vídeo a una red social y empieza a recibir mensajes de personas desconocidas que lo humillan y lo insultan. A partir de ese día, Marcos recibe constantemente mensajes de texto vejatorios. El vídeo se ha hecho viral entre el alumnado del colegio, pero también jóvenes de otros centros han empezado a comentar el vídeo, riéndose de él.”
Para definir el ciberacoso debemos unirlo al concepto de acoso «tradicional», ya que es una extensión del mismo fenómeno. Tal y como exponíamos en el informe Yo a eso no juego, el cyberbullying es una forma de acoso que debido a sus propias características, adquiere una gravedad especial. Es una violencia entre iguales que consiste en el hostigamiento hacia una víctima, a través de mensajes, imágenes, vídeos o comentarios, todos ellos con intención de dañar, insultar, humillar o difamar. A diferencia del acoso, no hay contacto directo cara a cara y se prolonga más en el tiempo a causa de la viralización del contenido mediante su difusión, perdiendo de control sobre el mismo. La conexión entre el acoso y ciberacoso es directa. Sufrir o ejercer ciberacoso está relacionado con la implicación en el acoso tradicional, así como las altas probabilidades de quien ejerce o sufre acoso, lo reproduzca también en el mundo virtual.
Mientras que el bullying se produce principalmente en los centros escolares, el cyberbullying escapa de este espacio y puede darse entre menores de distintas escuelas, fuera del horario lectivo y extenderse indefinidamente en el tiempo. El contenido, una vez publicado digitalmente, puede ser reproducido y reenviado infinitas veces. Así, la viralización de los contenidos hace que el acoso incluso se dé entre niños y niñas que no se conocen entre sí, mediante insultos en comentarios online. Teniendo las tecnologías como canal, quien acosa tiene a su disposición múltiples opciones para provocar el daño. Se puede servir de todas las redes sociales disponibles, aplicaciones de mensajería instantánea (donde se pueden compartir contenidos por segundas personas), chats online, correos electrónicos, etc.
En cuanto a la relación con otros tipos de violencia, en el caso de cyberbullying se puede incluso chantajear a la víctima con el contenido antes de ser publicado: si la víctima no se somete al chantaje y se publica el material, el cyberbullying sería consecuencia de una violencia previa. Si a la hora de perpetrar cyberbullying se utiliza un material de carácter sexual de la víctima, estaremos ante un caso que podría desembocar en la difusión de pornografía infantil.
Happy slapping
“Aina es una chica de 15 años que no ha hecho muchas amistades en su colegio. Hay una chica de su clase, Paula, que siempre la insulta y se mete con ella. Un día, cuando Aina se enfrenta a ella, Paula le empieza a dar patadas hasta que Aina cae al suelo. En ese momento, otra compañera se suma a la agresión y se forma un círculo a su alrededor. Una de las personas que están viendo lo que sucede graba la agresión y la cuelga en una red social muy popular. A los dos días, el vídeo ha alcanzado las 2000 visitas.”
El happy slapping (bofetada feliz, en español) es un término que nace en Reino Unido y que se ha ido extendiendo alrededor del mundo durante los últimos años. Define la violencia que consiste en la grabación de una agresión, física, verbal o sexual hacia una persona, que se difunde posteriormente mediante las tecnologías de la comunicación. La agresión puede ser publicada en una página web, una red social, una conversación a través del teléfono móvil, etc.
Normalmente esta forma de violencia se relaciona con el cyberbullying. Sin embargo, en el happy slapping normalmente hay la intención previa de difundir el contenido, es decir, una grabación premeditada. Por otra parte, la persona que registra las imágenes no tiene por qué participar directamente en la agresión, aunque no por ello dejará de ser responsable, ya que no impide que esta suceda, y, además, la graba y comparte. Así, serán varias personas las que causen el daño. El happy slapping suele conllevar una red extensa de personas que participan en la victimización, al compartir o reenviar el vídeo a sus múltiples contactos.
En el happy slapping, la agresión física, verbal o sexual es sólo una primera fase. Una vez esta agresión principal termina, la difusión de la misma a través de internet hace que el daño persista y que la persona agredida no pueda escapar de ser victimizada una y otra vez, pudiendo ser vista por decenas, centenares o miles de personas de manera online.
Además, es posible que no sólo persista el daño, sino que se produzcan nuevos tipos de violencia, como el cyberbullying, mediante comentarios insultantes, o incluso, puede derivar en una nueva violencia offline si la víctima es reconocida por las imágenes. Por último, en el happy slapping no siempre se pretende dañar o humillar a la víctima. Algunas personas únicamente quieren generar contenido que consideran «gracioso» o «entretenido», para ganar popularidad en internet. Esta conducta es un uso insano e irresponsable de las redes, donde agresores o agresoras no se sienten responsables de causar ningún daño y juegan en la ambigüedad entre ser cómplice o testigo.
Online grooming o ciberembaucamiento
“Lucía es una niña de 11 años a quién le gusta mucho chatear por internet. Gracias a los chats tiene muchas amistades ‘online’, con quienes comparte parte de su vida. Un día, conoce a un adulto que se hace pasar por un chico de su edad y empiezan a entablar una amistad. Él es muy simpático con ella y siente que la entiende a la perfección. Un día, él le pregunta si se masturba y ella, aunque no está segura de lo que significa, le contesta que sí. A partir de ahí el hombre inicia conversaciones cada vez más explícitas sobre el sexo y las relaciones sexuales que podrían tener. Las conversaciones continúan y él le empieza a enviar material sexual. Luego, le pide que le envíe una foto de ella desnuda y, cuando Lucía se niega, él le dice que si no lo hace su amistad acabará y contará a todo el mundo los secretos que ella le ha explicado. Lucía cede y le envía una foto desnuda.”
El online grooming (acoso y abuso sexual online) es un delito por el cual una persona adulta contacta electrónicamente con un niño, niña o adolescente, ganándose poco a poco su confianza con el propósito de involucrarle en una actividad sexual. Esta puede ir desde hablar de sexo y obtener material del mismo tipo, hasta mantener un encuentro sexual. Aun cuando no se alcance este objetivo, también son considerados online grooming todos los actos materiales encaminados a conseguirlo. Debemos tener claro que el proceso en el que se establece el vínculo de confianza es muy parecido al abuso sexual infantil físico.
El embaucamiento es una fase inicial en la que se aísla a la víctima poco a poco, desprendiéndola de su red de apoyo y generando un ambiente de secretismo e intimidad. En este caso, al disponer de un medio tecnológico para actuar, quien abusa suele enviar primero al niño o niña material sexual (además de ir introduciendo el tema de forma paulatina en las conversaciones), utilizar una identidad falsa (haciéndose pasar por menor) y adaptar el lenguaje a la edad de la víctima.
Si bien existen múltiples formas de ciberembaucamiento, y cada caso es diferente, existen patrones de conducta que pueden ayudar a prevenir y detectar un caso de online grooming:
1. Vínculo de confianza. La persona agresora contacta con la niña o niño y establece el vínculo de confianza
2. Aislamiento de la víctima. El aislamiento de la víctima persigue arrancar su red de apoyo natural (familiares, amistades, docentes, etc.) dejándola desprotegida.
3. Valoración del riesgo. El perpetrador o perpetradora quiere asegurarse de esta privacidad. Es crucial que la víctima mantenga en secreto la relación.
4. Ruptura de la indemnidad sexual (desensibilización). Una vez se siente con confianza, empieza a introducir conversaciones sexuales de manera paulatina. Busca que la víctima se familiarice tanto con la temática sexual como con el vocabulario.
5. Petición sexual. Es el objetivo principal del online grooming. Esta solicitud se traduce en una proposición para que la víctima envíe material sexual, tome parte o relate fantasías sexuales o incluso sugerir un encuentro físico. En esta fase, las técnicas suelen ser la manipulación, las amenazas, la coerción o el chantaje.
Exposición involuntaria a material sexual y/o violento
“Luis tiene 9 años. Está en su habitación buscando información para un trabajo del colegio sobre animales del bosque, pero decide entrar en una página para niños y niñas en la que anuncian películas que van a verse en los próximos meses. Al entrar, empiezan a aparecer imágenes sexuales de todo tipo y él no sabe cómo salir. Está muy impresionado y muchas imágenes no las entiende. Cuando está a punto de cerrar la página, su madre entra en la habitación y le pregunta, escandalizada, qué está haciendo. Luis no sabe qué decirle y se queda en silencio.”
Hoy en día niñas, niños y adolescentes tienen acceso ilimitado a internet, por lo que el material de componente sexual y/o violento está a disposición de cualquiera que navegue por la red. Sin pretenderlo, pueden exponerse a un contenido que no es apropiado para su edad, que puede afectar a su desarrollo y a su comprensión de las relaciones personales. Esta es la exposición involuntaria a material sexual y/o violento. Al usar internet, realizar búsquedas o descargar archivos en principio completamente inocentes, se encuentran con material de escenas sexuales o violentas.
También es posible que el contenido sea enviado a la niña o niño por una persona desconocida, familiar, amigo o amiga, bien mediante un chat de conversación, o que utilice algún dispositivo (ordenador, móvil, tableta, etc.) para obligarle a mirar. En este caso, estaríamos ante una forma de exposición que denominamos exhibicionismo, ya que aquí, sí que hay una figura responsable que muestra a la niña o niño el material. Dentro de todas estas posibilidades, la más frecuente suele ser acceder al contenido mientras se realiza otro tipo de búsqueda. En ocasiones, quienes agreden pueden llegar a hackear el contenido de páginas web para lanzar material inadecuado para menores, con la intención de destruir su inocencia o indemnidad sexual.
En relación al contenido violento, investigaciones han relacionado la exposición a ciertos programas televisivos o videojuegos con posibles aumentos de la agresividad, comportamientos antisociales o pensamientos hostiles. Así, aunque no exista una persona que pretenda dañar o atacar a una niña o un niño, es importante conocer las posibles implicaciones que tiene este tipo de exposición en su desarrollo, que puede ser inapropiada según la edad o etapa de madurez.
Incitación a conductas dañinas
Niñas, niños y adolescentes pueden verse realmente afectados por ciertos contenidos de internet. Más allá de la violencia descrita en el apartado anterior, esta exposición puede afectar a su salud e integridad física. Plataformas que explican o incitan a la autolesión o webs de promoción de trastornos alimenticios como la anorexia o bulimia, etc. En las mismas se llega a explicar cómo realizar cortes, técnicas de suicidio, cómo vencer las ganas de comer, mantener en secreto todos estos comportamientos, etc. Podemos encontrar estos espacios en páginas webs dedicadas a la temática (por ejemplo, los blogs pro anorexia y bulimia), vídeos o consejos en redes sociales, o incluso grupos de mensajería más discretos.
En ellos, no sólo se pone a disposición de la persona la información, sino que en algunos también se pueden compartir experiencias e intercambiar consejos sobre cómo ocultar a padres y madres que no comen, o dónde realizar exactamente los cortes. Como en el resto de tipos de violencia, en la red, el medio agrava las consecuencias. La rápida difusión y viralización de los contenidos puede provocar, como explica la Fundación ANAR,un «efecto llamada» a alizar estas prácticas tan peligrosas.
Por ello, es importante acompañar y aconsejar a niñas, niños y adolescentes, empoderándoles para que sean ellas y ellos quienes, con una actitud crítica, puedan rechazar estos contenidos.
UNA OPORTUNIDAD PARA REVERTIR ESTA SITUACIÓN
Necesitamos una educación afectivo-sexual reglada, desde edades tempranas y adaptada a cada etapa educativa, que sea parte de la prevención contra toda forma de violencia, además de una educación en ciudadanía digital. Educar en el uso seguro y responsable de la tecnología es fundamental, sin prejuicios y sin miedo. Necesitamos incluir el entorno digital en su educación.
Es importante una aplicación efectiva de la edad mínima para el acceso a los servicios de internet y del consentimiento para compartir datos de carácter personal.
Actualmente, según la legislación española, la edad mínima para el acceso está en los 14 años, con consentimiento de padres y madres. Las empresas dedicadas a estas plataformas y a las tecnologías de la información y comunicación deben concienciarse y ser responsables, no sólo asegurándose de que la persona que accede es mayor de 14 años, sino de mecanismos eficaces para controlar que el contenido de las mismas sea adecuado para menores de edad, si permiten que accedan a su material.