El suicidio, entre las principales causas de muerte en adolescentes
La salud mental sigue siendo una de las grandes tareas pendientes de la sanidad pública. Especialmente en la infancia, donde sus consecuencias han incrementado la tasa de suicidio entre jóvenes de 4 a 14 años.
Los niños, niñas y adolescentes en España mueren principalmente por causas externas, y una de ellas es el suicidio. En Andalucía hubo 194 muertes de niños, niñas y adolescentes de entre 15 y 29 años por causas externas en 2020, un 22% sobre el total español, siendo un 78% de ellas de niños y el resto de niñas. De las causas externas de muerte, el suicidio es, junto a los accidentes de tráfico, la primera causa de muerte entre jóvenes, con un 35% de los casos.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) los trastornos emocionales incluyen, además de la depresión o la ansiedad, reacciones excesivas de irritabilidad, frustración o enojo. Los trastornos del comportamiento se refieren al trastorno por déficit de atención e hiperactividad y los trastornos de la conducta (que presentan síntomas como los comportamientos destructivos o desafiantes).
La pandemia ha traído a la vida de niños, niñas y adolescentes nuevas preocupaciones, miedos e infelicidad. Los trastornos mentales han aumentado del 1% al 3% en niños, niñas y adolescentes de entre 4 y 14 años y del 4% al 7% en el caso de los trastornos de conducta, en comparación con los últimos datos oficiales de 2017.
En Andalucía la media es superior a la nacional, poniendo de manifiesto la magnitud de los problemas de salud mental que sufren los niños y niñas de esta comunidad.”
En Andalucía estos valores son aún superiores, con un 1,7% y un 3,2% respectivamente, poniendo de manifiesto la magnitud de los problemas de salud mental que sufren los niños y niñas de esta comunidad, donde ambos indicadores se encuentran por encima de la media nacional. Además, si estos niños, niñas y adolescentes andaluces viven en hogares con bajos ingresos, tienen una probabilidad 4 veces mayor (13%) de sufrir cierto tipo de trastornos mentales y/o de conducta que los que viven en hogares de renta alta (3%).
También en los hogares más pobres se concentra una mayor proporción de infancia migrante que presenta una mayor incidencia de trastornos mentales y/o de conducta.
SER ADOLESCENTE EN TIEMPOS DE PANDEMIA
La pandemia ha podido ser crucial para el estado de salud mental de niños, niñas y adolescentes de Andalucía. No existen todavía datos oficiales para medirlo, pero Save the Children ha realizado una nueva encuesta para entender el alcance de su impacto. Utilizando las mismas preguntas que se hacen en la Encuesta Nacional de Salud (ENS), podemos comparar los cambios que se han producido entre 2017 y septiembre de 2021, un año y medio después del inicio de la crisis de la COVID-19.
Los datos sugieren que, del mismo modo que ocurre en España, la pandemia ha tenido un efecto importante en la salud mental de los niños, niñas y adolescentes andaluces, incrementándose de forma sustancial el porcentaje de este colectivo con trastornos mentales y de conducta, a pesar de que solamente el 5% de los padres y madres entrevistados declaran que la salud de sus hijos fue regular, mala o muy mala en los últimos 12 meses (inferior al 8% de la media nacional). Sin embargo, según datos de la misma encuesta, tanto los trastornos mentales como los trastornos de conducta han aumentado.
En el caso de los trastornos mentales, el porcentaje de niños, niñas y adolescentes pasaría de un 1,7% en 2017 a un 3,7% en 2021. Los trastornos de conducta, por su parte, se elevan también de un 3,2% hasta un 6,3%, cifras que indican un elevado aumento, parecido a la media nacional, de niños, niñas y adolescentes con problemas mentales en Andalucía. La pandemia, además, ha tenido un impacto en las conductas y emociones de los niños, niñas y adolescentes de Andalucía, aumentando el porcentaje de aquellos que están nerviosos, preocupados, infelices o solitarios.
Los niños, niñas y adolescentes de más de 12 años son los que sufren más trastornos mentales en Andalucía, aunque pueden aparecer en edades más tempranas.”
Los trastornos mentales y/o de conducta tienen patrones de edad diferenciados en Andalucía igual que en el resto de España. De hecho, son los niños, niñas y adolescentes de más de 12 años los que sufren más trastornos mentales (un 58% de los casos en Andalucía, porcentaje más elevado que la media española del 45%), mientras que los de conducta aparecen en edades más tempranas (un 44% entre los 4 y los 8 años frente al 38% en el caso español).
Como ocurre en el resto del país, los niños presentan mayores problemas en ambos casos pero estas diferencias son mayores en los trastornos de conducta que en los trastornos mentales.
También hay diferencias por nacionalidad. Si bien la proporción de niños, niñas y adolescentes con trastornos mentales y/o de conducta es mayor entre españoles de Andalucía, cabe destacar que también son muchos más los niños, niñas y adolescentes españoles en la encuesta.
Por ello, del mismo modo que hacemos para el total de España, lo relevante es comparar si los niños, niñas y adolescentes con trastornos mentales y/o de conducta representan un porcentaje superior al porcentaje que representan en la muestra. En este sentido, vemos que los niños, niñas y adolescentes extranjeros sufren, en proporción, un número equivalente de trastornos mentales y/o de conducta de lo que les corresponde según su proporción en la encuesta, siendo esto distinto en España, donde los niños, niñas y adolescentes de origen extranjero sufren más trastornos de lo que les corresponde.
En cuarto lugar, nos queda añadir a los factores de riesgo para la salud mental el nivel de renta. Los hogares andaluces con rentas más bajas son aquellos donde hay más niños, niñas y adolescentes que tienen trastornos mentales y/o de conducta (un 14%, respecto a un 13% de la media nacional). En cambio, es mucho menos probable que los niños, niñas y adolescentes que viven en hogares más acomodados presenten este tipo de problemáticas (un 3%, igual que la media nacional).
Los niños, niñas y adolescentes que viven en hogares pobres tienen una probabilidad casi 5 veces mayor de sufrir trastornos mentales.”
Es decir, los niños, niñas y adolescentes que viven en hogares pobres tienen una probabilidad casi 5 veces mayor de sufrir trastornos mentales y/o de conducta que aquellos que viven en hogares de renta alta. Se trata de un nivel de desigualdad por renta similar al de la media española. Hemos visto que esta relación entre salud mental y renta se daba ya antes de la pandemia, pero debemos tener en cuenta que en un contexto en el que las desigualdades siguen acrecentándose por la crisis, y los trastornos mentales aumentan, se hace si cabe más importante aún.
Ser vulnerable económicamente significa de manera habitual tener una situación laboral precaria. La crisis de la COVID-19 ha supuesto para muchas familias la pérdida de su principal fuente de ingresos. A pesar de los esfuerzos del Gobierno en mantener los empleos asegurados vía la ampliación de los ERTE, la pandemia ha afectado a las familias de manera muy desigual, dejando a muchas de ellas en paro, a otras con algún miembro en ERTE (con la consecuente reducción de ingresos) y a muchas otras en una situación extremadamente difícil para conseguir un empleo si se encontraban en paro antes de declararse el Estado de Alarma.
Esta situación tiene un fuerte impacto sobre aquellos niños, niñas y adolescentes que viven en hogares que han enfrentado en los últimos meses una gran incertidumbre sobre su futuro laboral. Este estrés y ansiedad pueden ser los causantes de la aparición de conductas extrañas y/o trastornos. La propia pérdida del empleo es ya de por sí un golpe duro para los progenitores y muchos de ellos han sufrido también un fuerte deterioro en su salud mental, lo que representa un doble impacto emocional para sus hijos e hijas. Nuestra encuesta nos confirma este efecto de la inestabilidad y vulnerabilidad laboral en la salud mental de los niños, niñas y adolescentes. Así, vemos cómo los niños y niñas con trastornos mentales y/o de conducta apenas representan el 3% en aquellos hogares andaluces donde los adultos de referencia se han mantenido empleados (o inactivos si estaban estudiando, incapacitados o jubilados), mientras que este porcentaje aumenta hasta el 10% cuando han perdido su empleo, están en ERTE o siguen en paro. Se trata de las mismas cifras que las del total de la población española.
La incidencia de problemas de salud mental entre los niños, niñas y adolescentes de Andalucía en familias sin empleo es por tanto tres veces mayor que entre los niños, niñas y adolescentes en familias con empleo. Existen también otros factores de riesgo, y conductas relacionadas a la aparición de trastornos mentales y/o de comportamiento en niños, niñas y adolescentes, como podría ser el acoso escolar, la violencia o malos tratos, los trastornos alimentarios o el consumo de tabaco, alcohol y otras drogas.
LA ESCUELA Y SU PAPEL CLAVE EN LA DETECCIÓN DE PROBLEMAS DE SALUD MENTAL
La escuela juega un papel clave en la prevención y detección temprana, por ello en este ámbito se hace necesaria una inversión para la formación especializada del personal docente. Así como la formación del personal sanitario en detección temprana de comportamientos suicidas.
Otras medidas que ayudarían a detectar y tratar este tipo de casos serían la puesta en marcha de un teléfono de atención a la salud mental, exclusivo para la infancia y la adolescencia, así como la mejora de las estadísticas oficiales, necesaria para una prevención más efectiva de los problemas de salud mental y que se ven afectadas por una infradeclaración o mala clasificación de los suicidios.
Por último, consolidar la especialidad de psiquiatría y psicología infantojuvenil, duplicar el número de plazas anuales convocadas de Psicólogo Interno Residente (PIR) hasta llegar a las 400 y duplicar también el número de plazas anuales convocadas del MIR en la especialidad de Psiquiatría hasta las 600 son algunas medidas que políticos e instituciones tienen en su mano para paliar los efectos de esta nueva epidemia entre los más jóvenes.
UNA OPORTUNIDAD PARA REVERTIR ESTA SITUACIÓN
La pandemia ha intensificado los retos a los que se enfrenta nuestro sistema sanitario, a la vez que han aumentado los problemas mentales de niños, niñas y adolescentes.”
Garantizar que todos los niños, niñas y adolescentes de Andalucía accedan a una asistencia de salud mental de calidad debe ser una prioridad en la agenda política. La pandemia ha intensificado los retos a los que se enfrenta nuestro sistema sanitario, y la salud mental es uno de ellos. Los suicidios son su imagen más dramática, pero quedarnos sólo con esos datos deja detrás muchas ideas y tentativas no registradas, así como trastornos mentales y de conducta no diagnosticados que provocan un gran sufrimiento emocional a los niños, niñas y adolescentes y sus familias.