Los niños y niñas mueren
en las fronteras de Europa
Cuando el 2 de septiembre de 2015, Alan Kurdi, de tres años, perdió la vida frente a la costa turca, las imágenes de su cuerpo se convirtieron en un trágico símbolo del coste humano de la emigración en Europa.
Se esperaba que la historia de Alan -lamentablemente, una de las demasiadas historias de niños y niñas que murieron en la travesía para encontrar una vida mejor en Europa- impulsara un cambio en el sistema europeo de migración y asilo para que los niños y niñas migrantes y refugiados estuvieran mejor protegidos. Seis años después, los niños y niñas que se desplazan suelen estar aún peor.
El endurecimiento de las políticas fronterizas, tanto en la frontera de la Unión Europea (UE) como entre los propios países de la Unión, ha provocado un aumento de la violencia y otros abusos contra los niños y las niñas. Las fronteras exteriores de Europa -en Grecia, España, Italia, Croacia, Bosnia-Herzegovina, Austria y Eslovenia- siguen siendo desde hace años un cementerio de niños y niñas bajo la mirada de la UE.
Solo este año, 1.600 personas, entre ellas decenas de niños y niñas, han muerto o desaparecido en el mar Mediterráneo al intentar llegar a Europa desde el norte de África o Turquía. Hoy, los niños y niñas mueren congelados en las fronteras orientales de Europa, siguen ahogándose al intentar cruzar el Canal de la Mancha y el número de muertos aumenta en la ruta atlántica entre África Occidental y las Islas Canarias.
Crece el número de niños y niñas que emigran
Los niños y niñas constituyen una proporción importante de los que buscan una nueva vida en Europa. Por ejemplo, en noviembre de este año, el 27,1% de los migrantes que llegaron por mar al Mediterráneo eran mujeres o niños y niñas. Las personas expertas también hablan de la "infantilización de la migración". Cada vez son más los niños y las niñas que se ven obligados a abandonar sus países de origen en busca de asilo, ya que uno de cada ocho migrantes en el mundo es un niño.
Al igual que los adultos, los niños, niñas y los jóvenes abandonan sus hogares por diferentes motivos: para huir de guerras, conflictos y pobreza, por razones medioambientales, como los desastres naturales, o para escapar de las violaciones de derechos humanos y abusos. Aunque las razones para emigrar pueden variar, todas comparten el mismo predicamento: nadie intentaría un viaje largo y traicionero si tuviera una opción mejor.
Dejar el propio país para buscar asilo en otro no es una decisión tomada a la ligera. Para las personas que se desplazan significa que la situación es tan grave que los padres y madres no tienen más remedio que arriesgar la vida de sus hijos porque la alternativa en casa es peor e insoportable.
En busca de un futuro mejor, los niños y niñas realizan viajes inimaginables, a menudo víctimas de más violencia y explotación, especialmente los que han sido separados de sus padres o cuidadores. Cuando llegan a un lugar seguro, estos niños y niñas suelen recibir un trato similar al de los delincuentes, pues se les considera una "amenaza" o un "peligro para la seguridad nacional", como si fueran un pelotón de comandos de una nación hostil dispuestos a atacar y amenazar la civilización europea.
La construcción de vallas de alambre de espino en las fronteras de toda la región, con las fuerzas de seguridad perpetrando retrocesos ilegales, se ha convertido en la nueva normalidad, algo inimaginable incluso hace unos años. Los niños son niños, no amenazas.
Independientemente de las circunstancias, todos los niños y niñas tienen derecho a la seguridad, la protección y el futuro. Debemos proteger a los niños y las niñas que huyen para salvar sus vidas, que se quedan atrapados en las fronteras, que viven en situación de calle, que son empujados al bosque o al mar, que se enfrentan a la separación y a la detención.
La Unión Europea no puede olvidar sus valores
La UE debe reorientar sus esfuerzos para restablecer el respeto al derecho internacional e invertir con más fuerza en la búsqueda de soluciones, garantizando al mismo tiempo el buen trato a los niños, niñas y las familias que solicitan asilo.
Es necesario renovar el compromiso político y utilizar los mecanismos existentes, como los procedimientos de reubicación voluntaria y de reagrupación familiar, para proteger a los niños y las niñas y a las familias desplazadas. Las políticas de reubicación, el reconocimiento, el interés superior y las necesidades de cada niño y niña deben ser prioritarias, junto con los procedimientos rápidos de reagrupación familiar.
Además, unas vías de migración seguras y legales, que incluyan el reasentamiento y la reagrupación familiar podrían evitar que más niños y niñas mueran en su camino hacia Europa. 15 Estados miembros de la UE se han comprometido recientemente a ayudar a 60.000 personas refugiadas mediante el reasentamiento y la admisión humanitaria, incluidos 40.000 personas afganas para finales de 2022, lo que supone un paso en la dirección correcta, pero es necesario ampliarlo.
Los niños y niñas migrantes no deben ser instrumentalizados con fines políticos. La UE debe mostrar un compromiso inquebrantable para tratar a las personas que necesitan protección como seres humanos no como objetos políticos. Debe garantizarse su derecho a solicitar asilo con seguridad.
En lugar de entrar en "la era de los muros y las alambradas" y reforzar la fortaleza Europa, la UE debe seguir siendo la abanderada mundial del Estado de Derecho y los derechos humanos, tal y como prescriben sus propios valores fundamentales. La dirección que están tomando las políticas de la UE costará la vida a más niños y niñas.