Neumonía:
lucha contra la principal
causa de mortalidad infantil
Por David del Campo, director de Cooperación Internacional de Save the Children
Si nos basemos en criterios empresariales, lograr mejorar resultados del 60% en los últimos 30 años sobre un objetivo es un éxito. Esos mismos criterios obligarían a estudiar y profundizar qué ha funcionado y qué hay que hacer para que estos resultados mantengan esta línea de avance otros 30 años más. Esta realidad es lo que ha ocurrido en la reducción de la mortalidad infantil en todo el mundo. Cuesta mucho poner buena nota cuando aún hoy mueren cada año cinco millones de niños y niñas menores de cinco años.
El principal causante de esas muertes es la neumonía. Esta enfermedad es tan prevenible como curable, sin embargo, aún se lleva por delante la vida de 800.000 niños y niñas menores de cinco años cada año, un niño o niña a cada 39 segundos. En concreto, la mayoría de estas muertes ocurrieron entre niños menores de dos años y casi 153.000 durante el primer mes de vida.
A pesar de estas dramáticas cifras, también debemos subrayar los avances. Las tasas de mortalidad de menores de cinco años han disminuido en casi un 60% desde 1990. Dicho de otro modo, hay muchos más millones de niños y niñas que han podido alcanzar la adolescencia que hace 30 años.
Sabemos y tenemos evidencias sólidas de las medidas que funcionan y dan resultados. Cuando la cooperación internacional para el desarrollo y la ciencia trabajan juntos los resultados son evidentes. Por ello, ¿qué más necesitamos para que las inversiones en materia de cooperación internacional, ciencia y salud sean una prioridad para los Gobiernos? ¿Hay alguna contribución más rentable que evitar la muerte por causas prevenibles o curables de niños y niñas menores de cinco años? ¿Existe una mejor contribución de la acción exterior de un país? ¿Hay alguna expresión de solidaridad de la ciudadanía mayor que apoyar proyectos dirigidos a evitar muertes prevenibles y curables de niños y niñas de cinco años?
Por desgracia, ahora estamos viendo que el impacto de la pandemia Covid-19 amenaza estos avances de los últimos 30 años en formas diferentes. Por un lado, con el colapso o suspensión de funcionamiento de los sistemas de salud y, por otro, por el incremento de la pobreza.
En septiembre de 2020 publicamos un informe donde alertamos del riesgo del futuro para la infancia en al menos 37 países. En él, cuyos datos vienen de nuestro trabajo en más de 80 países durante los seis meses de pandemia de la Covid-19, nos señalan que el 93% de los hogares que perdieron más de la mitad de sus ingresos debido a la pandemia han tenido dificultades para acceder a los servicios de salud.
Pobreza y salud van de la mano y la Covid-19 es un acelerador de pobreza en todos los países. Lo mismo pasa con la educación. El acceso a la educación es una garantía de supervivencia y de salud. Cuando los niños y las niñas dejan de ir a la escuela los riesgos para su protección aumentan. También los vinculados a su salud, especialmente en términos de nutrición. Nuestros datos señalan que durante la Covid-19 al 63% de las niñas se les ha asignado con más frecuencia las tareas domésticas, en comparación con el 43% de los niños. Por ello, hay un aumento de niñas y niños que dejan de ir a la escuela por culpa de la pandemia y de la pobreza.
Hoy se hace más urgente que nunca redoblar esfuerzos e inversiones que eviten las muertes prevenibles y curables de 48 millones de niños y niñas menores de cinco años que, de no actuar ya, morirán entre 2020 y 2030.