Carta abierta
a la ministra de Educación
Nuestro sistema educativo no estaba preparado para dar el salto, de la noche a la mañana, a la educación a distancia. Hay que valorar el enorme esfuerzo que están haciendo muchas escuelas y gran parte del profesorado que no disponían de la formación, las herramientas o la metodología adecuada. Sin embargo, muchas familias no tienen los dispositivos necesarios ni, lo que es más importante, las habilidades y el nivel cultural para acompañar a los niños y niñas en un aprendizaje mucho más autónomo. Así es imposible garantizar la igualdad de oportunidades. Una parte del alumnado no está siguiendo el ritmo por la crisis por Covid-19 y corre el riesgo de desvincularse de la escuela, e incluso, de abandonar. Para el país con la mayor tasa de abandono escolar temprano de Europa este es un coste económico y social muy alto. Por eso creemos que hay una serie de actuaciones viables y necesarias.
Incluso aunque hagamos llegar dispositivos digitales a las familias con menos recursos, el cierre de nuestros colegios, unido a los efectos psicológicos del confinamiento, al duelo por seres queridos y a una crisis económica que está llevando ya al desempleo y a la incertidumbre económica a miles de familias, dejará sin duda secuelas educativas que debemos reconocer y abordar desde este momento.
Lo peor que podemos hacer en un contexto así es añadir incertidumbre, y eso es lo que sienten hoy centros educativos, estudiantes y familias. Las administraciones deben ayudar aportando claridad y un rumbo a seguir en la medida de sus posibilidades. Esta responsabilidad no puede recaer exclusivamente en unos centros educativos que están haciendo lo que pueden. En este momento difícil hay que garantizar, con medidas contundentes y decididas, la equidad y la calidad de nuestro sistema educativo. No podemos dejar a nadie atrás.
Como en otras dimensiones de esta crisis, es el momento de dejar a un lado las diferencias y que el Ministerio de Educación y las comunidades autónomas trabajen unidas y coordinadas. Este virus, pero también sus consecuencias, lo paramos unidos. Las crisis tensan las costuras de los sistemas y muestran sus fortalezas y sus debilidades. Tenemos un sistema educativo descentralizado que ha conseguido grandes logros en estos años de democracia, pero ahora, como muchos otros servicios públicos, se juega su eficacia ante un reto enorme.
Los países de nuestro entorno están tomando medidas educativas concretas y atrevidas y España no puede esperar más para hacerlo. Italia ha suprimido la repetición, Francia no celebrará el BAC, y el Reino Unido no realizará los A-levels y GCSE. Una crisis sin precedentes requiere probablemente decisiones sin precedentes. Esta puede ser una oportunidad para empezar a hacer algunas cosas de forma distinta.
Necesitamos una hoja de ruta clara, contundente, preventiva y equitativa, liderada desde el Ministerio de Educación y coordinada con las comunidades autónomas para evitar que la crisis del COVID-19 sea también una crisis educativa que haga crecer las brechas de inequidad y merme la confianza pública en nuestro sistema educativo. Por eso, de cara a la Conferencia Sectorial de Educación que se reúne el miércoles 15 de abril proponemos a la ministra de Educación y a los consejeros y consejeras de Educación:
- Modificar la evaluación del alumnado para limitar la repetición de curso, una medida contrastadamente ineficaz y desigual, pero muy habitual en nuestros centros, que se puede agravar en estas circunstancias de manera muy injusta. La repetición debe ser una excepción mucho mayor que en un año habitual, casi residual, como ya lo es en la mayoría de países europeos. De lo contrario estaremos enviando al alumnado un mensaje de desamparo por parte de la escuela en una situación que le ha venido dada.
- Aprovechar el verano y, si lo permite la situación sanitaria, abrir los centros escolares para ofrecer oportunidades educativas a todos los niños y niñas, especialmente a aquellos en situación desfavorecida o con desfase educativo: estas pueden incluir contenido curricular, ocio educativo, alimentación y ayuda a la conciliación en momentos económicos que se prevén muy duros para muchas familias.
- Adaptar el currículo el próximo curso. Algo que en circunstancias normales ya reúne un consenso amplio, se convierte ahora en urgente: en lugar de la sobrecarga de contenidos actual, proponemos priorizar e incorporar aprendizajes no abordados en función de las necesidades.
- Ampliar el refuerzo educativo en horario escolar y extraescolar durante el próximo curso, reeditando con mayor amplitud el programa PROA y otros programas autonómicos que sabemos que funcionan, para acompañar durante el curso que viene a quienes más van a sufrir esta situación. Debemos enviar un mensaje claro de que la escuela está por y para los niños y niñas.
- Dotar a los centros educativos y a los estudiantes de la tecnología y la formación necesarias para tener educación a distancia, para asegurar que el sistema está preparado para enfrentar situaciones similares (que ojalá no se repitan, pero pueden volver) y para que la competencia digital esté al alcance de todos. Necesitamos liderazgo para dotar a los centros de soluciones tecnológicas que democraticen el aprendizaje y trasladen la escuela de manera efectiva a toda la sociedad.
En España y en todo el mundo, esta crisis va a agrandar las brechas educativas. También va a tensionar la capacidad de los servicios públicos para dar respuesta a todo aquello que la ciudadanía demanda. Aprovechemos esta crisis para dar un paso adelante, decidido, transformador y que no deje a nadie atrás.