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¿Qué está pasando en la crisis de los Rohingya?

En los últimos meses la crisis de los rohingya ha ido creciendo y hemos visto cómo miles de personas cruzan la frontera entre Myanmar y Bangladesh a una velocidad que no se producía desde el genocidio de Ruanda. 

Los rohingya son una población de casi 1 millón de personas que se concentraba mayoritariamente en el norte del estado de Rakhine en Myammar. Su situación era ya de por sí complicada como minoría musulmana dentro de un estado budista que no los reconoce como ciudadanos.

Aunque ya en el pasado el pueblo rohingya había sufrido persecuciones, en agosto de 2017 el estallido de una nueva oleada de violencia en la zona causada por repetidos ataques militares obligaba a una huida masiva de la población que trataba de refugiarse en la vecina Bangladesh.

 

 

Desde entonces 622.000 personas han escapado y se han refugiado en el país vecino, de las cuales 373.000 son niños y niñas.

El relato de las personas que masivamente llegan al campo de refugiados de Cox Bazar en Bangladesh es aterrador. Episodios de extrema violencia donde los asesinatos, incendios de casa y abusos sexuales se repiten sin cesar.

El campo de refugiados de Cox Bazar

El mayor campo de refugiados del mundo

Miles de personas siguen llegando cada día al campo de refugiados de Cox Bazar en Bangladesh llevando consigo únicamente lo puesto. La dependencia de la ayuda humanitaria es total y los problemas y necesidades se multiplican en un campo de refugiados que presenta una situación alarmante de hacinamiento.

Comida, agua potable, refugio o acceso a atención sanitaria son esenciales para todos ellos, y las condiciones higiénicas de este espacio que hasta hace unos meses era pura jungla, hace que estén apareciendo y propagándose enfermedades como la difteria o el sarampión .

Las necesidades dentro del campo

Los niños y niñas son los más vulnerables en la situación de extrema precariedad que se vive en el campo de refugiados de Cox Bazar: Desnutrición, problemas respiratorios, enfermedades de la piel, diarreas derivadas del mal estado del agua y las condiciones higiénicas, estrés post traumático y riesgo de secuestro y abusos sexuales.

Los menores no acompañados, los bebés que están naciendo en el campo y los menores de 5 años son los grupos más vulnerables.



  • El 100% de la población necesita asistencia alimentaria 


  • 453.000 niños y niñas no tienen acceso a ningún tipo de educación 


  • 36.000 familias necesitan un sitio seguro donde refugiarse 


  • 62.811 niños menores de cinco años necesitan tratamiento para su desnutrición 


  • 120.000 mujeres embarazadas y lactantes necesitan complementos nutricionales con urgencia 


  • 36.373 menores que se encuentran solos necesitan protección 

La infancia en un campo de refugiados

48.000 bebés nacerán en 2018

 

En 2018 se espera que nazcan 130 bebés al día. La mayoría lo harán dentro de tiendas de campaña ya que no hay centros sanitarios abiertos 24h que les puedan ofrecer atención obstétrica de urgencia.

Hanida* estaba embarazada de nueve meses cuando decidió huir del terror que estaban viviendo en Myanmar. Huyó porque los soldados les estaban disparando y prendiendo fuego a sus casas. Tras dos días andando, llegaron a la frontera con lo puesto. A los tres días dio a luz.

Las familias sobreviven con poca comida y duermen en tiendas de campaña fabricadas con bambú y cubiertas con plásticos. Hanida no tiene ni una cuna para su bebé.

Las organizaciones humanitarias estamos haciendo todo lo posible. Sin embargo, las necesidades son enormes y no contamos con los recursos y la financiación suficiente para garantizar que todas las madres y sus hijos reciban la atención médica que necesitan.

Niños y niñas nacidos en mitad de la nada y corriendo un grave riesgo a contraer enfermedades como la difteria, el sarampión y el cólera por la mala higiene que hay en los campamentos de refugiados. Hala* también dio a luz pocos días después de llegar al campamento y en una de las revisiones detectaron que su bebé Rama* tenía neumonía, una enfermedad que mata cada minuto a dos niños en el mundo.

No teníamos mantas y el bebé estaba frío. Tenía miedo de que pudiese morir"

 

Las enfermeras trataron a Rama* y a sus dos hijos que también estaban enfermos tras el camino que habían tenido que recorrer. Ahora la familia está bien y Hala* sueña con que sus hijos puedan ir a la escuela.

Los abusos que se han cometido

Los horrores que los niños y niñas nunca olvidarán

Muchos de los niños y niñas que llegan tras días caminando desde sus aldeas arrasadas lo hacen solos porque sus familiares han sido asesinados. A su deterioro físico hay que añadir los traumas y las pesadillas que muestran tras ser testigos directos o haber sufrido en primera persona episodios de extrema violencia y abusos físicos y sexuales.

Las historias que traen estos niños y niñas a la espalda son difíciles de imaginar, pero hemos sido testigo por sus testimonios. En el informe que publicamos el pasado noviembre “Horrores que nunca olvidaré” ya relatamos algunas de estas violaciones de derechos y ataques sufridos por la infancia rohingya.

Las familias llevan dos años huyendo de una aldea a otra por la presión militar que les expulsa poco a poco de su país, Myanmar. No podían rezar ni tan solo ir al mercado, si lo intentaban recibían palizas. Conforme la violencia se recrudeció empezaron a secuestrar a personas que nunca más volvían como nos cuenta Rehema*, una mujer de 24 años.

Vi a un soldado verter gasolina sobre una mujer en avanzado estado de gestación a la que luego prendió fuego. Otro soldado arrancó a un bebé de brazos de su madre y lo tiró al fuego. Se llamaba Sahab* y no tenía ni un año. Nunca olvidaré sus gritos."

No han tenido otra alternativa que huir a algún lugar seguro. Los que llegan nos cuentan que han visto a niños ser víctimas de una brutal violencia sexual y asesinados y maltratados de forma indiscriminada. Otros nos han contado que habían secuestrado a sus hijos o que vivían con miedo a que esto sucediese. Están huyendo de una violencia que ningún niño o niña debe vivir, como la que nos cuenta Shadibabiran*, de 16 años.

Algunos soldados nos llevaron a otras dos chicas y a mí a una casa. Me golpearon en la cara con un arma, me dieron patadas en el pecho, en los brazos y las piernas. Luego fui violada por tres soldados. Me violaron durante casi dos horas y en algún momento me desmayé. Los soldados me rompieron una costilla. Fue muy doloroso y apenas podía respirar. Todavía tengo dificultad para respirar, pero no he ido al médico porque me siento muy avergonzada".

Quizá lo más triste de esta historia sea que no es única. Los equipos que tenemos destinados en Bangladesh han oído a los niños narrar en innumerables ocasiones la abominable violencia que han sufrido y presenciado mientras huían de sus casas en Myanmar.

Qué estamos haciendo

Llegando hasta el último niño y niña

En Save the Children llevamos trabajando con niños, niñas y familias rohingya desde 2012. En la actualidad hemos atendido a más de 384.000 personas, de los cuales 316.000 son niños y niñas.

 

Estamos proporcionando refugio de emergencia, comida y utensilios de cocina básicos a las familias que llegan al campo de refugiados. Dirigimos nueve centros de salud de atención primaria en Cox Bazar con equipos formados por médicos, enfermeras y matronas. Cada centro atiende cada día a más de 70 personas, la mayoría de ellas mujeres embarazadas, madres primerizas y niños con desnutrición. También estamos distribuyendo artículos de higiene para prevenir la expansión de enfermedades.

Hemos establecido sistemas de protección para los niños y niñas que llegan solos o han perdido a sus familiares. Hemos puesto en marcha 86 Espacios Seguros para la Infancia donde los niños y niñas del campo  acuden a jugar y realizar actividades propias de su edad, y más de 100 centros de enseñanza temporal para reanudar su educación.

Han pasado seis meses desde que empezó la crisis humanitaria y las necesidades no hacen más que crecer. Te pedimos que si puedes nos ayudes a llegar a más niños y niñas Rohingya.

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