El 20% de la población andaluza sufrirá abusos sexuales durante su infancia
La falta de educación sexual en las aulas, leyes judiciales que desprotegen a los menores y la prescripción de estos delitos al cabo de los años hacen que la cifra de víctimas no pare de crecer.
El 6 de julio de 2016 las portadas de todos los periódicos y los primeros minutos de los informativos de televisión se dedicaron a la niña de nueve años que había escondido una grabadora entre sus calcetines para demostrar que su padre abusaba sexualmente de ella. Esa niña, a la que los medios de comunicación bautizaron como María, llevaba dos años alegando que su padre la tocaba y repitiendo que no quería verle.
El Juzgado de lo Penal había instruido con anterioridad el caso y había declarado su sobreseimiento al considerar que no había pruebas suficientes. Desde entonces, y hasta el momento de la grabación, los llantos y quejas de María cada vez que tenía que ver al padre habían hecho que la policía tuviera que personarse para asegurarse de que la niña se metía en el coche de sus abuelos paternos y se cumplía el régimen de visitas. La madre, que había denunciado los abusos, tenía prohibido acercarse al colegio el día de la entrega.
Ese 6 de julio de 2016 los medios de comunicación y la opinión pública se preguntaban lo mismo: ¿Cómo había sido posible? ¿Qué había fallado para que con apenas nueve años una niña se viera obligada a pasar por esa situación?
Entre un 10% y un 20% de la población en España ha sufrido algún tipo de abusos sexuales durante su infancia.”
Los distintos estudios llevados a cabo arrojan datos similares: entre un 10% y un 20% de la población en España ha sufrido algún tipo de abusos sexuales durante su infancia. Ante esta incuestionable estadística las preguntas más comunes no son: “¿Cómo es posible? o ¿Qué ha fallado?”, sino: “¿Esa cifra es correcta? ¿No es un poco exagerada?”. Y es que la causa final que está detrás de la grabadora de María y que permite que algunos abusadores campen a sus anchas en colegios o centros deportivos durante años es que, simplemente, nadie quiere creer.
¿QUÉ SON Y CÓMO SE PRODUCEN LOS ABUSOS SEXUALES A MENORES?
El abuso sexual se entiende como “la participación de niños, niñas o adolescentes, dependientes e inmaduros, en actividades sexuales que no están en condiciones de comprender, que son impropias para su edad y su desarrollo psicosexual, para las que son incapaces de dar su consentimiento y que transgreden los tabús y las reglas familiares y sociales”.
Si no hay fuerza de por medio, la clave que hace que un niño o una niña no se resista o no grite, o que, incluso, colabore o participe activamente, es la desigualdad de poder existente entre ese menor de edad y el perpetrador, alguien con mayores habilidades para manipular la situación, con más conocimiento sobre lo que está pasando o del que, incluso, el menor de edad puede depender ya sea emocionalmente (como por ejemplo un familiar) o para lograr algo que necesita o quiere (atención y aprobación, regalos, el aprobado de un profesor…). De ahí que en la mayoría de los casos el abusador sea alguien conocido. Las estrategias del abusador van desde la sorpresa y el engaño hasta la amenaza o el chantaje.
PROBLEMAS A LA HORA DE PREVENIR Y DETECTAR ESTOS ABUSOS
Siempre debemos intentar prevenir los abusos sexuales. Cuando proponemos esto no estamos hablando del mundo ideal, sino de un mundo en el que los niños y las niñas han recibido educación sexual en las escuelas y donde las personas que rodean el entorno de los niños y las niñas tampoco tienen una preparación o conocimientos sobre parentalidad positiva.
El problema no solo está en la prevención ya que tampoco hay protocolos de detección adecuados y el abuso sexual se alarga en el tiempo. De media un niño puede sufrir 4 años de abusos.
Cuando un niño o niña sufre un abuso sexual es importante denunciarlo, no hay que ocultarlo. Sin embargo, solo un 15% de los colegios en los que el niño ha contado que ha sido víctima de un abuso sexual, lo han comunicado a las autoridades.
El abuso sexual a niños, niñas y adolescentes es un suceso traumático cuya vivencia se elabora desde la individualidad del niño o la niña.”
El abuso sexual a niños, niñas y adolescentes es un suceso traumático cuya vivencia se elabora desde la individualidad del niño o la niña. Esto
lleva a que tanto los síntomas que lo delatan como las consecuencias a corto y largo plazo puedan variar enormemente entre una víctima y
otra.
No obstante, y al ser el silencio del niño o niña un elemento común en muchos de los casos, es fundamental que profesionales y familiares sean conscientes de que el abuso sexual se puede detectar por una serie de manifestaciones que pueden observarse en el niño o la niña.
Algunos de los indicadores más significativos que deben valorarse de forma global y conjunta, ya que no puede establecerse una relación causal inequívoca entre un solo síntoma y el abuso sexual, son:
• Indicadores físicos:
- Dolor, sangrado o secreción genital o anal inexplicable o persistente.
– Rascados, erosiones, contusiones y hematomas en la zona genital, anal o en senos
– Embarazo
– Enfermedades de transmisión sexual
• Indicadores de comportamiento:
– Realiza juegos de carácter sexual o muestra conocimientos sexuales sofisticados o inusuales para su edad
– Fuerza o coacciona a otros niños o niñas a participar en juegos sexuales
– Se viste con varias capas de ropa o duerme vestido
– Se encoge defensivamente cuando le tocan
– Muestra conductas sexuales hacia los adultos
– Tiene trastornos del sueño y/o alimentación
- Tiene mucho miedo a los varones o a determinadas personas. Ha desarrollado fobias
– Tiene un comportamiento compulsivo claro
– Han cambiado mucho sus notas, logros o asistencia a clase o entrenamientos. –Parece incapaz de concentrase o muestra cambios radicales en el desempeño o la
actitud
• Además, en niños y niñas más pequeños podemos encontrar:
– Micción o evacuación involuntaria sin causa orgánica que lo justifique
– Comportamientos no acordes con su edad: pseudomaduración o, más frecuentemente, regresión (por ejemplo, chuparse el pulgar)
– Muestra miedo o se resiste a entrar en aseos o en otros lugares
• En adolescentes:
– Grita sin mediar provocación o daño
– Se muestra apático o depresivo
– Sufre fatiga crónica
– Resulta llamativamente promiscuo
– Tiene comportamientos autodestructivos: intento de suicidio o autolesiones
– Tiene regalos, dinero, ropa nueva o de marca cuyo origen no es capaz de explicar de forma creíble.
– Mantiene en secreto o actúa clandestinamente con relación a “nuevos” amigos, llamadas telefónicas o uso de Internet.
– Está implicado en actividades de explotación sexual como actuaciones o contactos sexuales a cambio de dinero
– Tiene comportamientos asociales como abuso de alcohol, robos, pequeños incendios, vandalismo…
Entre 6 y 8 víctimas de cada 10 se ven afectados\as a corto plazo en distinto grado, y en un porcentaje nada desdeñable de casos los efectos son tan intensos que llegan a provocar síntomas clínicos relevantes.
A largo plazo los efectos son menos frecuentes y es más complicado estudiarlos ya que se mezclan con otros factores y vivencias de las personas que no tienen por qué estar relacionados con los abusos sexuales.
Sin embargo, entre un 10% y un 20% de las víctimas asocian el abuso con consecuencias negativas que afectaron a su vida cotidiana, como dormir mal, pesadillas o rechazar la sexualidad
La depresión es un trastorno más común entre aquellos y aquellas que sufrieron abusos sexuales en su infancia que entre los y las que no los padecieron; también entre los primeros hay una mayor incidencia de intentos de suicidio. Al tratarse, además, de un abuso de poder sobre un ámbito íntimo y en desarrollo, es frecuente observar efectos relacionados con la sexualidad como dificultades para relajarse en situaciones íntimas, anorgasmia, erotofobia o promiscuidad.
Las variaciones de la gravedad del impacto de los abusos en cada niño o niña dependen de una multitud de factores y no es posible establecer relaciones lineales entre éstos y la gravedad con la que una persona vive esta experiencia traumática. Sin embargo, hay cuatro elementos que nos permiten prever un impacto mayor en el niño o niña: el tipo de abuso, quién es el abusador, cómo es el niño o niña y cómo reaccionan la red social y las instituciones públicas ante el abuso sexual.
UNA OPORTUNIDAD PARA REVERTIR ESTA SITUACIÓN
En países donde tienen extendidos programas de prevención del abuso sexual a través de la formación de niños y niñas, se ha demostrado que las probabilidades de sufrir abusos llegan a reducirse hasta la mitad. Los programas exitosos son aquellos que no se limitan a actividades puntuales, sino que se integran en los curriculum académicos, dedicándoles tiempo, materiales estandarizados adaptados a la edad e impartidos por personal formado. Integrar la educación sexual y afectiva desde edades tempranas en la formación reglada reduciría el abuso e impactaría en adolescentes mejor preparados para establecer relaciones basadas en el respecto.
Tan sólo en un 13% de las sentencias analizadas se aceptó el testimonio grabado del niño.”
Tan sólo en un 13% de las sentencias se aceptó el testimonio grabado del niño o niña. Y muchas veces esta es la única prueba de que un abuso sexual ha tenido lugar. Si entre que se comete el abuso y la declaración pasa mucho tiempo, el testimonio pierde valor. Si al niño o niña se le ha hecho contar muchas veces su experiencia, la declaración pierde naturalidad y se hace menos creíble. Para “cuidar el testimonio” se debería grabar la declaración lo antes posible, en una entrevista liderada por un psicólogo forense que transmita las preguntas de fiscal, juez y abogado defensor. Es lo que se llama prueba preconstituida.
Acabar con la violencia sexual en la infancia es una responsabilidad no solo política, sino de toda la sociedad. Tras la aprobación el año pasado de la Ley de Infancia y Adolescencia andaluza, se debe desarrollar la Estrategia Autonómica de Erradicación de la Violencia contra la Infancia que contemple medidas orientadas a la sensibilización, prevención, detección y atención de todos los tipos de violencia contra la infancia.
Prevención
Poniendo en marcha los mecanismos específicos previstos en la LOPIVI para prevenir y proteger a la infancia contra la violencia en Andalucía, introduciendo las figuras de coordinadores de bienestar en los centros educativos y los delegados de protección en entornos deportivos, que serán figuras encargadas de coordinar planes de prevención y detección de casos de violencia en sus entornos (programas de prevención, formación de profesorado, mecanismos de comunicación, protocolos de actuación y detección, ...).
Asegurando la formación obligatoria sobre violencia contra la infancia de los y las profesionales con responsabilidades en atención a la infancia, de manera que puedan detectar de manera temprana casos de violencia y poner en marcha los mecanismos de atención y protección correspondientes.
Detección
Elaborando e implementando protocolos para la detección precoz con el objetivo de crear entornos seguros para la infancia, para que los niños y las niñas se desarrollen en condiciones de buen trato y libres de cualquier forma de violencia en todos los ámbitos en que se desenvuelvan (familia, escuela, espacios deportivos, de ocio o sociedad en general).
Atención
Apostando por la implementación del modelo de atención a infancia víctima de violencia sexual Barnahus o “Casa de los Niños”. Se trata de un sistema más eficaz y menos traumático dónde se coordinan en un mismo espacio todos los servicios implicados en un caso de abuso sexual infantil (salud, justicia, policía, servicios de protección a la infancia). Al estar todos bajo el mismo techo se agiliza el proceso judicial, se evita que el niño o niña tenga que acudir a múltiples instituciones y se reduce la victimización secundaria que suele sufrir el niño/a víctima de abuso.
El niño o niña víctima de abuso sexual contaría con un equipo multidisciplinar especializado que atendería su caso en un entorno amigable para la infancia y respetuoso con sus necesidades.
Adecuando las dependencias judiciales para la creación de juzgados especializados en violencia contra la infancia (prevista en la LOPIVI) en coordinación con el Gobierno Central e integrando del modelo Barnahus.