Obesidad infantil y pobreza, dos caras de la misma moneda para los niños y niñas de Andalucía
España ha pasado de tener una de las dietas más sanas del mundo a otra donde los dulces, la comida rápida y las bebidas azucaradas han desplazado a la fruta, la verdura, el aceite de oliva y el pescado.
España, junto a Chipre e Italia, lidera el ranking europeo de obesidad infantil. En la Unión Europea, de media, cerca de uno de cada ocho niños y niñas de entre 7 y 8 años sufre de obesidad, en España es casi uno de cada 5, es decir, el 18%. Los principales determinantes de la obesidad y el sobrepeso en la infancia son la calidad de su alimentación, la actividad física que realizan o el número de horas que pasan durmiendo o frente a una pantalla, además de factores ambientales, culturales y biológicos, pero como demuestra el informe es, sobre todo, el nivel socioeconómico el que determina la salud nutricional de ese niño o niña y sus hábitos saludables.
Save the Children alerta del aumento de la obesidad y el sobrepeso entre niños y niñas que viven en hogares pobres en Andalucía. Así se desprende del informe Adiós a la dieta mediterránea: nutrición y hábitos saludables de la infancia en España. En este sentido, en los hogares andaluces de renta más baja hay un 34% más de probabilidades de que los niños y niñas sufran exceso de peso (32,5% a nivel nacional). Por lo tanto, cuentan con menos posibilidades de acceder a los alimentos necesarios para una dieta equilibrada, de sufragar actividades extraescolares o de ocio no sedentario o tratar problemas de salud como los trastornos de conducta alimentaria, estrechamente relacionadas con patrones alimentarios inadecuados, que los hogares andaluces con rentas altas –un 25% frente al 19% a nivel estatal-. Los expertos vienen advirtiendo desde hace tiempo que el problema de la obesidad infantil es cada vez más un problema de desayunos y meriendas no saludables.
Las familias más pobres encuentran mayores dificultades para conciliar y poner en práctica hábitos culinarios saludables o disfrutar de ocio no sedentario.”
En números, se traduce en que el 2,5% de los niños y niñas de hogares andaluces con ingresos más bajos consume a diario comida rápida a diario frente al 0,6% de los niños y niñas de familias acomodadas; más del 57% de los hogares con ingresos altos practican actividades físicas o deportivas regularmente, pero solo un 28,6% de los hogares de renta baja lo realiza. En la mayoría de los casos, estos niños y niñas de hogares pobres no realizan actividad física nunca o sólo de manera ocasional. Además, las familias más pobres encuentran mayores dificultades para conciliar y poner en práctica hábitos saludables, incluidos los culinarios, o disfrutar de ocio no sedentario con sus hijos e hijas. En cuanto a horas de sueño, los niños y niñas andaluces de la encuesta que duermen menos de las 10 horas diarias de sueño que recomienda la Asociación Española de Pediatría (AEP), casi un 60% pertenecen a hogares de renta baja.
Por lo que respecta al efecto de la renta sobre el pantallismo, los porcentajes de niños, niñas y adolescentes que no miran pantallas o lo hacen menos de una hora son superiores en los hogares de renta media y alta, al contrario que aquellos que pasan más de cinco horas frente a la pantalla, muy por encima del máximo recomendado por la OMS de 2 horas diarias, donde en los hogares pobres representan un porcentaje mayor (24% en hogares pobres frente a 19,9% en los de renta media y alta). Si bien la pandemia ha supuesto una reducción de las horas de sueño entre niños, niñas y adolescentes de 27 minutos, los patrones de descanso también dependen del nivel socioeconómico de las familias.
EL CONFINAMIENTO DURANTE LA PANDEMIA AUMENTÓ LOS CASOS DE OBESIDAD INFANTIL
La investigación muestra que el 32% de los menores andaluces (frente a un 28,1% a nivel estatal) de 18 años (incluyendo a los que están en riesgo de pobreza y a los que no) tendrían exceso de peso después de la COVID-19 cifra similar a la de antes de la pandemia que se situaba en torno al 30%. Esta situación se puede ver agravada por el aumento de precios en verduras y frutas como consecuencia de la reciente inflación desbocada.
La situación de la infancia y la adolescencia respecto a la obesidad y el sobrepeso tras la pandemia resulta muy similar a la previa, pero se deben tomar estos números con cautela, porque los cambios en el Indíce de Masa Corporal, que es la medida más común de la obesidad y el sobrepeso, requieren tiempo. Los padres y madres encuestados responden sobre la altura y peso de sus hijos e hijas y esta información podría estar menos actualizada que en circunstancias normales al haberse reducido las visitas pediátricas rutinarias con la COVID-19.
Se debe tener en cuenta que con el cierre de colegios se redujo el ejercicio físico y las actividades de ocio, pero a la vez trajo que los niños, niñas y adolescentes comieran más a menudo en casa, un factor ligado a un buen hábito saludable.
La pandemia ha afectado a la reducción del consumo de verduras y, en especial, la fruta. Si en 2017 más de la mitad de los niños y niñas andaluces de entre 4 y 14 años consumían fruta a diario – 45% –, en el momento de la realización de la encuesta este valor se redujo hasta el 34%. Uno de los pocos datos positivos es que el consumo de dulces se redujo en casi un 65%. No obstante, es posible que este efecto sea coyuntural y debido solamente a las restricciones de movilidad y al cierre de comercios y espacios de ocio donde adquirir y consumir este tipo de productos.
Los comedores escolares de calidad garantizan una comida saludable, pero no todas las familias pueden permitírselos.”
Los comedores escolares de calidad garantizan una comida saludable, pero no todas las familias pueden permitírselos. Las becas comedor podrían democratizar el acceso a este servicio, pero ni se ofrecen a todos los niños y niñas que las necesitan ni, en caso de obtenerlas, cubren siempre el coste completo. En Andalucía, los colegios públicos que tienen servicio de comedor son el 80% en primaria, pero solo existe un 4,9% de centros de secundaria con este servicio.
En Andalucía, las ayudas para familias en riesgo de exclusión no llegan a cubrir a toda la población en riesgo de pobreza. Concretamente reciben una beca comedor 148.429 niños y niñas mientras que 361.179 están en situación de pobreza relativa.
El acceso al comedor no garantiza la equidad en la experiencia nutricional. El tipo de modelo de gestión directo o indirecto (que depende de las CCAA) condiciona los criterios de nutrición saludable. Según la Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnado (CEAPA) en Andalucía solo el 8,5% de las escuelas tienen cocina propia.
UNA OPORTUNIDAD PARA REVERTIR ESTA SITUACIÓN
- Aplicar un impuesto específico autonómico que grave en función de la cantidad de azúcar de los alimentos.
- Explorar ideas similares a las tarjetas monedero como los tickets-comida vinculados a la renta mínima autonómica permitiendo obtener descuentos en alimentos frescos y de alto valor nutricional.
- Ampliar la cobertura de las becas comedor gratuito para que todos los hogares con un nivel de renta menor o igual que el umbral de pobreza relativa accedan automáticamente a becas comedor.
- Seguir impulsando campañas de formación e información nutricional e impulsar programas de prevención de sobrepeso y obesidad infantil.
- Crear entornos seguros y saludables en las escuelas, con espacios verdes, libres de coches, así como promover la apertura de centros en horario no lectivo para favorecer el ocio y recreo.
- Regular la figura del dietista/nutricionista en asistencia ambulatoria y crear equipos multidisciplinares para la lucha contra la obesidad infantil.
- Ampliar las intervenciones en menores con sobrepeso y obesidad contempladas en el Plan de Obesidad Infantil a menores de 9 años y mayores de 14.
- Crear programas de cribado de sobrepeso y diabetes gestacional en mujeres embarazadas, así como de formación nutricional tanto en el embarazo como en etapas posteriores.