Prohibido volar
Una exposición sobre infancia y conflictos armados
Las fotografías conmueven: niños de doce, trece, quince años que montan fusiles, que jalean a los soldados del bando propio o que son encañonados por los del contrario, niños que sobreviven entre escombros o agonizan en los campos de refugiados. Casi siempre son fotografías de niños negros o nativos de algún país que en los mapas se identifica como islámico. Un mundo lejano.
La exposición Prohibido volar reune a fotógrafos muy reconocidos y un triste nexo en común: en sus fotos puede verse a algún niño implicado, de alguna manera involucrado en un conflicto armado. Pero también reúne los textos de periodistas y escritores que quisieron tal vez con sus palabras, difuminar el horror de las imágenes.
La periodista Ángeles Espinosa escribe sobre Hasan Razzak y Sibghatullah. "Ellos no se conocen, pero tienen mucho en común. Ambos son niños sin infancia, hijos de la guerra obligados a trabajar para sobrevivir y ayudar a sus familias. Hasan, de 11 años, limpia zapatos a las puertas de un hotel de Bagdad. Sibghatullah, de 12, busca clientes para sus cepillos en un restaurante de Kabul. Ambos me regalaron un día una sonrisa y desde entonces estoy en deuda."
El fotógrafo Gervasio Sánchez incluye algunas de las fotos que le acompañarían mucho tiempo y que reunió junto a otras en la exposición Vidas minadas. Los desastres de las minas antipersona que también retrataría con su cámara y con sus palabras Jose Luis Cuesta: "de todas las armas de guerra, pocas son tan duraderas y tan letales para los niños como las minas antipersonas. La explosión de uno de estos artefactos suele provocarles la pérdida de uno o ambas piernas o brazos. Es el caso de esta niña angoleña que aprende a escribir con los pies en un hospital de Cuba: una mina le arrancó los brazos cuando tenía seis años. En su país,Angola, hay 8.000 niños con lesiones por minas."
Un terror que duraba lo que el frágil rumor de los cristales después de la explosión, y el casi incomprensible dolor de los adultos, sus lágrimas, su miedo, su ira sofocada que, por algún resquicio, entraban en mi alma para desvanecerse luego"
Ángel González
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