Mirando de frente
Cuando uno llega a Costa de Marfil, al amanecer, lo primero que le sorprende es la tranquilidad del aeropuerto de Abidjan y como el sol se va abriendo paso despacio, pero enseguida la vorágine del tráfico, los vendedores, la vida en la calle lo llena todo de ruido, colores y olores, a nuestros ojos, no les da tiempo a asimilar todo lo que ven, a nuestro cerebro no le da tiempo a procesar que esta en África y allí todo es bien diferente, la gente se mueve de un lado para otro, cargada de peso, algunos parecen llevar su vida entera sobre la cabeza, los niños y niñas con su uniforme y su mochilas, recorren las calles temprano para llegar a sus colegios, las madres cargan sus bebes a la espalda, con telas de vistosos colores, sin darte cuenta estas ahí, siendo un espectador de excepción de todo ese crisol de vida.
Pero una vez que tu cuerpo y tu mente se adaptan a su nueva situación lo que uno descubre son los ojos de la gente, las miradas de los niños, esos ojos grandes, hermosos, limpios, llenos de curiosidad, de ganas de aprender, cuando te miran parecen interrogarte, cuéntame todo sobre ti, te dicen sin palabras, mi curiosidad no tiene limites, y consiguen que tu sientas esa misma necesidad de conocer, de saber, su juego favorito, su equipo de futbol, sus ilusiones, sus esperanzas, su perspectiva del mundo.
El sencillo gesto de comunicarse solo a través de la mirada, te llena de esperanza, te hace reflexionar, recompensa el trabajo diario a favor de los derechos de los niños y se convierte en el mejor recuerdo que puedes guardar en tu maleta de regreso.