La historia de Leila*, casada para sobrevivir
Leila es una adolescente de 16 años de Qamishli, Siria. Su madre murió cuando dio a luz y su padre se marchó a Europa hace 10 años, no ha hablado con su hija desde entonces. Sus abuelos la criaron y, aunque ella desesperadamente ansiaba saber de su padre, se sentía a gusto viviendo con sus abuelos en Siria y era feliz.
A Leila le gustaba estudiar. Ir al colegio cada día la hacía sentirse más cerca de su sueño, convertirse en abogada y defender los derechos de las personas. Pero comenzó la guerra en su tierra natal. Tenía dos opciones, quedarse y morir o abandonar su pueblo y tener la oportunidad de sobrevivir.
Después de un difícil viaje, muy tenso debido al deterioro de la salud de su abuela, llegaron a Iraq. Al principio alquilaron una casa, pero más tarde se quedaron sin dinero y tuvieron que mudarse al campo de refugiados de Qushtapa, en Erbil.
El campo acoge a más de 10 000 personas, cuyas viviendas temporales suelen ser estrechas y a veces están sucias. Por las noches duermen en una habitación sobre el suelo y en delgados colchones. Hace frío y no es un lugar adecuado para las personas mayores.
Sin embargo, las condiciones en el campo son el menor problema de Leila. Ella necesita desesperadamente encontrar una manera de conseguir la medicación diaria de su abuela, que es diabética. Ésta cuesta unos 160 dólares cada mes. Es una cantidad complicada de conseguir, pero no imposible si trabajas. Leila es demasiado joven para conseguir un trabajo. No obstante, no lo es para casarse.
He intentado encontrar un empleo desde que llegué al campo porque mis abuelos son mayores. No me han contratado porque soy demasiado joven. Así que he decidido que la única solución es que me case con un hombre que prometa apoyar a mis abuelos económicamente. Esto se está volviendo muy común en el campo. Cada vez las niñas se casan más y más pronto.”
Un hombre que le doblaba la edad, se acercó a la familia y se ofreció a casarse con Leila. A cambio, prometió cuidar de los abuelos de la adolescente. Con renuencia, Leila y sus abuelos aceptaron, rogando para que finalmente el matrimonio solucionara el problema de salud de la abuela.
Antes de que la ceremonia nupcial comenzara, Leila se miraba en el espejo. Estaba asustada y pensaba en una manera de parar aquello. Pero, en su interior, sabía que era la única forma de ayudar a su abuela así que se forzó a hacerlo, esperando ser algún día feliz.
No obstante, lo que siguió a aquella boda, fue un año de abusos físicos y verbales. Durante todo el matrimonio, Leila sufrió inmensamente. Las palizas eran constantes día a día. Además, fue forzada a ser más conservadora y cubrirse. Su marido limitó la ropa que podía vestir y las visitas de sus abuelos y sus amigos. Y lo peor de todo, a Leila se la prohibió estudiar, lo que más la gustaba en el mundo. Ante la situación, Leila trató de quitarse la vida dos veces.
El matrimonio finalizó después de un año, cuando Leila sufrió la máxima humillación. Fue pegada en público por su marido. Tras aquello, sus abuelos la ayudaron a divorciarse y volvió a casa con ellos.
Mi familia no me creía hasta que nos mudamos al campo. En ese momento, fue cuando pasó lo más vergonzoso de todo. Nunca olvidaré el día en que mi marido me pegó enfrente de la gente del campo.”
Leila aún sufre y es señalada por otras familias por estar divorciada. Ocasionalmente, su ex marido, que vive a escasos metros de su casa, amenaza a la familia. Pero ella se siente relativamente capaz de lidiar con todo ello. Lo que más la afecta es la enfermedad de sus abuelos y que lleva tres años sin ir al colegio. Aunque quiere volver a la escuela, antes tiene que buscar la forma de pagar los medicamentos para su familia. Si no puede hacerlo, probablemente se vea forzada a casarse de nuevo. La guerra la ha arrebatado sus sueños, su educación y su adolescencia.
Leila visitaba el espacio seguro de Save the Children con regularidad antes de casarse y espera empezar a ir de nuevo ahora que ha vuelto con su familia. Estamos trabajando para ofrecer apoyo a su familia en las cuestiones que lo necesiten.
Vamos a llegar hasta el último niño
Con nuestra campaña global “Hasta el último niño”, queremos demostrar que el mundo ha conseguido grandes avances en materia de infancia, pero que este progreso no ha sido justo.
Desde Save the Children queremos llegar a todos aquellos niños de los que nunca oirás hablar. Niños y niñas que han sido olvidados porque viven en las calles, en campos o en pueblos remotos; discriminados por culpa de su género, etnia o discapacidad. Estamos más decididos que nunca a llegar a estos niños que como Grace*, han sido empujados hacia la pobreza por el simple hecho de haber nacido donde han nacido y ser quienes son.
Pero todo esto no podemos hacerlo solos, necesitamos tu apoyo. Te pedimos que te unas a nosotros y nos ayudes a que los olvidados estén cada vez más presentes.