José. Guatemala.
José vive con sus abuelos. Su padre fue asesinado y su madre les abandonó. De los cuatro hermanos que eran, sus dos hermanas están metidas en las pandillas y maras. Su otro hermano ni oye ni habla.
Dejarlo todo por un futuro mejor
Él huyó porque buscaba un futuro mejor que el que se le presentaba en Guatemala. Quería poder conseguir un audífono para su hermano en Estados Unidos.
Salió de casa con 200 pesos mexicanos (10€ aproximadamente). En Tapachula se subió al tren de la bestia y durante días se intentó agarrar a la parte superior para no caerse. Ahí ha llegado a estar dos días, sin comer, sin beber, bajo la lluvia.
Yo traía el sueño americano, pero con todo lo que me ha pasado por el camino, hasta el sueño americano se me ha ido.
Hace quince días, cuatro personas le asaltaron con pistolas y cuchillos. Les tuvo que dar todo lo que tenía: la mochila, el dinero que había ganado trabajando por el camino, los pantalones, los zapatos y el teléfono que usaba para comunicarse con su familia. Desde entonces no ha podido comunicarse con ellos.
Él no pensaba que el viaje iba a ser tan duro. Las personas pobres, por el hecho de serlo, tienen un viaje mucho más peligroso.
Volver a casa tampoco es sencillo. Vuelve con las manos vacías, después de haberse jugado todo por un futuro mejor.
Migrar no es un delito
Anualmente miles de niños y niñas emprenden un peligroso viaje a Estados Unidos. Lo hacen huyendo de situaciones terribles de pobreza y violencia para encontrarse con los actos hostiles del presidente Trump que les amenaza constantemente a las personas que están migrando y las tacha de delicuentes.
Firma nuestra petición y dile al presidente Trump que tenemos tolerancia cero con las políticas que no ponen en primer lugar los intereses de la infancia.