Filipinas: Estar preparados ante la emergencia
El pasado 18 de octubre tocó tierra el tifón Koppu al norte de las Islas Filipinas. Al menos 4, 5millones de niños van a resultar afectados. El tifón ha derribado casas, tumbado postes eléctricos, inundado zonas y ha obligado a evacuar a miles de personas de sus hogares. No solo eso, sino que el paso del tifón ha causado graves daños a plantaciones de arroz, maíz, coco y plátano.
Esta situación no es nueva, en 2013 Filipinas sufrió 14 desastres naturales, fue la cuarta detrás de Indonesia, China y Estados Unidos. Esto causó 6.877 muertes, más de 5,5 millones de familias afectadas o 26.1 millones de personas. El coste económico de estos desastres (tanto por los daños en infraestructuras como agrícolas) fue de 44.800 millones de dólares. De acuerdo con la Base de Datos de Desastres OFADA/ CRED Internacional, Filipinas encabeza la lista de países con mayor número de personas muertas por desastres en el año 2013.
De todo el tiempo que llevamos trabajando en terreno, hemos aprendido mucho de las comunidades locales y los propios filipinos sobre cómo responder a este tipo de catástrofes.
Lo primero es ser capaces de reconocer dónde se puede crear un mayor impacto. El impacto de estos desastres suele ser en nuestra gente, las comunidades locales, las propiedades y los medios de vida. Esto sucede especialmente en los sectores más vulnerables como personas con pocos recursos, mujeres, ancianos, niños y personas con discapacidad. Debemos minimizar este impacto que es perjudicial y traumático.
También debemos aprender de los que más tiempo llevan enfrentándose a estas catástrofes. Con el paso del tiempo las comunidades locales han aprendido y saben cómo enfrentarse a estos desastres climáticos. Ellos conocen la situación, tienen sistemas y son capaces de observar los signos ambientales como el comportamiento de los animales.
Incluso antes de que llegaran los sistemas de alta tecnología basados en la temprana alerta o los procedimientos operativos para la respuesta, numerosas comunidades locales en todo el mundo se han preparado, operado, actuado y respondido a los desastres naturales utilizando métodos tradicionales trasmitidas de generación en generación.
Las Naciones Unidas consideran este conocimiento tradicional dentro de la prioridad 1 de sus protocolos de reducción de riesgos ante el desastre, como el Understanding Disaster Risk of the Sendai Framework for Disaster Risk Reduction 2015-2030. Lo que se busca es ser capaces de complementar los conocimientos científicos y las prácticas tradicionales y locales. Así se pueden desarrollar e implementar políticas, estrategias, planes y programas en sectores específicos con un enfoque global.
Christian tiene 10 años y ahora vive en la casa que ha construido gracias al apoyo de Save the Children. Su familia estaba preparada para lo que muchos creyeron que iba a ser la tormenta del año. Como siempre se hacía, habían atado los techos, preparado comida y suministros de emergencia. Aún así, como miles de familias, Christian, cuando llegó el tifón Haiyan, perdió su casa.
Como parte de nuestra labor de recuperación y rehabilitación, hemos ayudado a reconstruir y rehabilitar las viviendas de las zonas más afectadas por el tifón Haiyan. Este edificio es mucho más seguro y su construcción es parte del programa "Edificios de viviendas más seguras" que llevamos a cabo en terreno.
El conocimiento tradicional nos ayuda y, combinado con las estrategias de reducción de riesgos ante el desastre, se convierten en una potente forma de estar preparados en lugares como Filipinas. Tenemos cuatro motivos principales para creer en el valor del conocimiento local.
En primer lugar, las diversas prácticas y estrategias tradicionales, una vez puestas en marcha, sabemos que funcionan. Esto demuestra la valía de este conocimiento.
En segundo lugar, la incorporación de estos conocimientos en las prácticas y políticas existentes, fomentan la participación de la comunidad afectada y les capacita a tomar un papel de liderazgo en las actividades de reducción de riesgos que se plantean.
En tercer lugar, este conocimiento local ayuda a mejorar la ejecución del proyecto, proporcionando información valiosa sobre el contexto local.
Por último, los medios no formales por los cuales se difunde el conocimiento tradicional ofrece un modelo exitoso para la educación en la reducción del riesgo de desastres.
Estar preparados para una emergencia nos hace reducir el impacto de las mismas. Ayúdanos a estar donde más se necesita.